Si pese a la nulidad argumental de Los Vengadores la han elevado a los altares del séptimo arte, las agotadoras recurrencias en la trama de este Thor no supondrán un problema.
Llevábamos tiempo escuchando las distintas estrategias que Disney iba maquinando para amortizar inversiones salvajes como la adquisición del imperio Marvel. Habiéndose mostrado impracticables los adelgazamientos de sueldos ante estrellas que sólo iban a prestarse a seguir en el circo mientras las ofertas fueran irrenunciables, existían otras vías como la búsqueda de mayores ingresos (cuidando con celo la franja de edad en el target de las nuevas cintas, una infantilización que incluye introducir niños en la trama como puede apreciarse en la tercera de Iron Man), imponer presupuestos menores o acelerar el ritmo de las nuevas entregas…
Con una agenda sin respiros, le toca el turno a Thor -quien tiene el justo margen antes de la llegada del Capi- y con él toca continuar con la que probablemente era la cinta más débil de la colección, que aún así mantenía un nivel aceptable de dignidad. Algo que, digámoslo sin ambages, en su continuación varía sustancialmente: Thor: El Mundo Oscuro cruza las barreras de la mediocridad para revelarse pronto como una mala película. Sí, dejando a un lado los tiempos de DareDevil o las continuaciones de SpiderMan de Sam Raimi, pero claramente por debajo de los X-Men, Iron-Man, y casi cualquier cosa de las que nos llevó a la megaferia de Los Vengadores.
Estaría bien saber del repertorio de guionistas implicados quienes han tenido más o menos responsabilidad en la continuación que nos ocupa: Christopher Markus y Stephen McFeely ya habían participado en operaciones similares como en la primera parte del Capitán América o en su continuación pendiente de estreno, pero en esta ocasión no han contado con la ayuda de las habilidades de Straczynski, y no podemos considerar comparable la aportación de Christopher Yost: desde el 2006 el susodicho habrá colaborado en alrededor de cien episodios de series televisivas muy superheroicas como Los 4 Fantásticos, Iron Man o Los Vengadores, todas en dibujos animados infantiles, un registro que explica con claridad la superficialidad de muchas decisiones argumentales caprichosas o precipitadas.
No contribuye lo errático de una realización cuyo ritmo está gestionado con torpeza por Alan Taylor, quién fía todo a aceleradas escenas de acción incapaz de aportar personalidad en un metraje al que se le notan excesivamente las prisas por cumplir con los objetivos marcados (por mucha experiencia que tenga en la serie Juego de Tronos, TV y cine son cosas diferentes: malos augurios para el reboot de Terminator que debe gestionar).
En todo caso, no parece que deba haber un excesivo motivo de inquietud para Marvel: en la cola de la taquilla siempre hay amantes de la acción simple y las emociones fáciles; los hardcore del cómic se sienten satisfechos con unos mínimos de respeto que cierto es que aquí en ningún momento se cruzan, y si pese a la nulidad argumental de Los Vengadores la han elevado a los altares del séptimo arte, las agotadoras recurrencias en la trama de este Thor cuyo Mundo Oscuro impresiona demasiado poco no supondrán un grave problema. Eso sí, quienes mantengan el perfil crítico tendrán los dedos cruzados para que la segunda del Capitán América no caiga en la misma desidia.