Da la sensación de estar ante una producción de serie B de la productora The Asylum, salvada por unos efectos visuales remarcables.
Algunos solamente añoramos la década de los 90 del siglo pasado porque los videojuegos de lucha cuerpo a cuerpo nos permitían desahogarnos delante de nuestros televisores cuando estábamos agobiados. Un buen combo te calmaba el estrés. Por desgracia, la gran mayoría de adaptaciones cinematográficas de los mismos dejaban (o dejan) bastante que desear.
Tekken no es una excepción: la traslación a imagen real, coproducida entre Japón y Estados Unidos, se saldó con un estrepitoso fracaso de taquilla y reacciones negativas, obligándola a lanzarla “direct-to-video” en la mayoría de países u ofrecerla a televisiones de pago de cara a que las licencias concedidas ayudaran a sufragar los gastos de su elevada producción. Somos bastantes los que quedamos prendados con esta saga de luchadores que practican disciplinas marciales equidistantes entre sí, ideada por Namco en 1994 para salas de recreativas y que competía con Virtua Fighter por la hegemonía del 3D fundacional. Y desgraciadamente Dwight H. Little (que en su momento se encargó de la apreciada Rapid Fire, al ser un producto que intentaba explotar la faceta marcial de Brandon Lee en suelo estadounidense) no pareció importarle ni la coherencia interna de la historia, ni la personalidad de los personajes, si por ello podía entregar su película a tiempo; cumplir con la métrica del metraje previsto y el objetivo de los productores de ofrecer una sucesión de enfrentamientos coordinados y encadenados.
Por desgracia estos están rodados sin demasiada gracia ni proeza visual (algo que también se advertía en por ejemplo Dead Or Alive, otra adaptación deleznable, aun contando con la dirección del realizador hongkonés Corey Yuen). 30 millones de dólares de “budget” (más 5 de publicidad extra) desperdigados; una franquicia más que queda machacada por la ineptitud de encontrar un guión lo suficientemente sólido como para resolver una historia, la del videojuego, que obviamente parte de unas limitaciones por su condición genérica, pero que merecía un mejor tratamiento del que finalmente luce en el filme.
¿Hay que ser tan contundente con el análisis crítico de Tekken (2010)? Lamentablemente uno ya se imaginaba la desfachatez antes de visionarla y, aun defendiendo que nunca hay que ir previamente sugestionado antes de encarar una adaptación en fotogramas de un videojuego al que le tienes especial cariño, era complicado no tener ciertos reparos e imaginar por donde irían los tiros antes de que cualquier fotograma hubiera aparecido para despejar cualquier indicio negativo en torno a ella. La promoción inicial no fue muy alentadora, y no son pocos los que opinan que tal vez se hubieran podido ahorrar esta adaptación e invertir la "pasta" en otro juego de la franquicia o expandir la saga mediante otros canales audiovisuales, como por ejemplo la animación (por suerte, un año después, llegaría Tekken: Blood Vengeance, con unos 3DCGI más que estimulantes). ¿De verdad es tan desastrosa como aparenta?
Lo cierto es que sus acabados y su presupuesto invitan a pensar que realmente los productores tenían en mente un blockbuster que pudiera atraer a una amplía audiencia (un poco al estilo de cuando se presentó el Street Fighter: La Última Batalla de Jean-Claude Van Damme en 1994). En su lugar, da la sensación de estar ante una producción de serie B de la productora The Asylum, salvada por unos efectos visuales remarcables, un elenco de rostros bonitos que intentan copar la esencia de los personajes originales y unos escenarios de puro futuro distópico (la primera secuencia caótica de revuelta urbana y sublevamiento a las fuerzas de la autoridad me recordaron a la patética versión cinematográfica de Double Dragon, pero con un poco más de presupuesto y mejor fotografía). Tampoco se podía esperar demasiado de Cristal Sky Pictures, responsable de las pésimas traslaciones de superhéroes como el Motorista Fantasma o Doomsday a pantalla grande. Sin comentarios.
Por lo menos han preservado los arquetipos de los personajes principales, pero sin demasiada cura artística, siguiendo como base argumental los preceptos del tercer videojuego de la saga oficial y la incorporación de algún que otro personaje del cuarto. Sin embargo, la línea oficial no es ningún impedimento para seguir la trama, sobre todo por aquellos neófitos que nunca han jugado a alguna de sus aventuras gráficas. El relato, resumido a la mínima expresión para favorecer esas escenas en que las artes marciales se magnifican de forma exagerada, arranca en el año 2039, con un mundo dominado por grandes lobbys financieros que han conseguido supeditar a las principales potencias mundiales, erigiéndose como máximos órganos del control político y desestimando las presidencias de las democracias occidentales. Uno de los órganos con más poder e influencia en todo el globo terráqueo es Mishima Zaibatsu que, con sus ansias de despistar a la opinión pública de sus verdaderos negocios y distraer a las audiencias, organiza un torneo de artes marciales en el cual pueden participar personas consideradas de segunda categoría, de la plebe. Sí logran combatir hasta la final se les subirá de categoría, además de ganar dinero. Uno de los futuros aspirantes al trono de mejor luchador será Jin Kazama (Jon Foo, que luego haría de Ryu en la respetable Street Fihgter: Legacy), un chico al que le han arrebatado su madre y descubrirá ante su asomo que su nacimiento fue fruto de una violación y que su padre es el hijo del máximo magnate de la competición.
Aunque a su favor hay que decir que a ratos resulta entretenida y que la música (compuesta por John Hunter, miembro fundador y músico productor de la compañía Breed Music), aun estando insertada con calzador en muchas secuencias y sobredimensionada para lograr una falsa sensación épica en las batallas, escuchada fuera del filme no desentona con ese tipo de soundtrack sintético, de sintetizadores que mimetizan y complementan a una gran orquesta, tan en boga en la dos últimas décadas por la Remote Control Productions (más conocida anterior y popularmente por Media Ventures). También es una oportunidad para ver como viejas glorias en activo se les concede el don de la veteranía, dándoles la oportunidad de intervenir en una producción de acción en las que antes solían aparecer y subían sus salarios gracias a la rentabilidad de estos productos en los extintos videoclubes. Son rostros de los 90 que aportan cierto estímulo interpretativo al conjunto; hablamos de Cary-Hiroyuki Tagawa (como abuelo del protagonista), Tamlyn Tomita (como madre del protagonista) o el acartonado Gary Daniels (quien en su día fuera Kenshiro en la disfrutable y libre adaptación del manga El Puño de la Estrella del Norte deja un sabor agridulce con su mimetización de Bryan Fury para esta Tekken). En general son los únicos atributos salvables de un largometraje que decepciona porqué las actuaciones son justísimas, por culpa de un montaje torpe y una sensación de que el equipo técnico trabajó en ella con algo de pereza. En definitiva, que le falta el alma mater del videojuego como en muchas otras adaptaciones, como si lo único válido para venderla a los distribuidores internacionales hubiera sido su título, del mismo modo que en la época de la burbuja inmobiliaria se vendían pisos sobre plano. Tekken fue vendida sobre un “plot” hinchado con aire. Y en los tiempos que corren, y viendo los despropósitos fílmicos de muchas sagas de grandes videojuegos, a la inmensa mayoría ya no nos llevan al huerto.
Ediciones disponibles: editada básicamente en todos los países de la Unión Europea que no padecen recesión económica, tanto en DVD como en Blu Ray. En España fue estrenada directamente en el canal Neox el 8 de Julio de 2011.