Los Evers son un matrimonio bien avenido que comparten amor, trabajo inmobiliario y dos preciosos niños. Haciendo los preparativos para un viaje familiar, reciben la llamada de Edward Gracey, propietario de una majestuosa y antigua mansión y deciden hacer una parada en la que no podrían imaginar lo que les esperaba. Eso sí, los espectadores tampoco.
Bienvenidos necios mortales a una aventura pensada y parida por Disney para el entretenimiento de los mas pequeños de la casa. No es que este tipo de cine sea desechable o de peor calidad, pues en su haber tiene películas convertidas ya en clásicos, pero parece que la fórmula que tantas veces ha funcionado en otras ocasiones aquí no deja de ser una caricatura de tiempos mas gloriosos.
En sí, tiene todos los ingredientes de los que necesitaba: una ambientación de lujo, efectos especiales, “humor”, fantasmas, mayordomo siniestro, ama de llaves y un reparto que de cara a la galería debería funcionar, pero en el fondo no deja de ser un cocktail soso en el que la historia no funciona y sólo se tiene en pie porque el público al que va destinado es el infantil. También cuentan con un director ya especializado en la materia, pero la frescura demostrada en películas como “El rey león” y “Stuart little” no le asiste suficientemente y se deja llevar por una historia que no llega a funcionar.
Además, parece que en los últimos tiempos Eddie Murphy ha perdido la receta mágica del humor y el entretenimiento que tan famoso le hizo con la saga de “Superdetective en Hollywood” y se dedica a actuar en películas en las que sus bromas no le hacen gracia a casi nadie y que su conocida y reconocida (estúpida) sonrisa de oreja a oreja no deja de ser una especie de mueca o burla a tiempos mejores ya pasados.
Aún así si tiene hijos o sobrinos o persona menor de 10 años y no se le ocurre nada mejor, llévelo a verla, pasará un rato divertido. Eso sí... llévese los walkman.