Hay tres hitos incuestionables, que no puedes eludir cuando te planteas aportar algo en este género: “2001: Una Odisea del Espacio”, de Stanley Kubrick; “Solaris”, de Andrei Tarkovski; y “Alien”, de Ridley Scott
¿Qué le atrajo del guión escrito por Alex Garland, sus componentes científicos sobre un posible agotamiento del Sol como estrella, o su pertenencia al género de la ciencia-ficción?
Nunca he sido un buen estudiante de Ciencias, no son temas que en sí mismos me atraigan. Pero cuando aceptas dirigir una historia como ésta te ves obligado a informarte, y durante la preproducción tuvimos además la suerte de contar con la ayuda de un físico eminente, Brian Cox. Lo que más me interesaba, aparte el elemento humano, con esos ocho tripulantes que han de tomar decisiones críticas para cumplir su misión con éxito, era la idea del enfrentamiento cara a cara con un elemento tan inabarcable, violento y excesivo como el mismo Sol, y las posibilidades cinematográficas que eso ofrecía.
Cuando leyó el guión, pensaría de inmediato qué escenas le iban a traer más quebraderos de cabeza, y cuáles le inspirarían más. ¿Se han cumplido sus previsiones?
Hay un trabajo ingente de descripción para unas escenas y otras, una vez que se han asimilado. Uno abruma a su equipo describiendo, intentando que vean lo que uno ha construido en su cabeza. ¿Cómo explicas que se te ha ocurrido que un puntito de luz resulte ser una nave, por qué pasa de la luz a la sombra, y luego se acerca al Sol…? Es muy difícil. ¡Agotador!
¿Y cómo se consigue que una producción de tan solo diez millones de euros luzca como si hubiese costado cinco o diez veces más?
Bueno, se precisa un control férreo de los gastos, empezando por la elección de actores que no sean grandes estrellas, el diseño optimizado de los decorados, y la confianza en un equipo técnico que conoces y con el que has trabajado antes. La mayoría de los implicados en “Sunshine” ya estuvieron conmigo en “28 Días Después”. Ese tipo de decisiones abarata la producción, dejando que te expandas en otros aspectos esenciales y permitiendo una mayor libertad creativa, pues los estudios no presionan tanto con eso de que “necesitamos un final agradable” o “ante todo queremos que en el desenlace brille la esperanza” (risas), cosas de ese tipo.
Quizás el detalle más curioso de la filmación de “Sunshine” es su ocurrencia de que el reparto compartiese antes del rodaje quince días en un lugar que les obligase a tratarse mutuamente. ¿Fue satisfactoria esa iniciativa para retratar luego el encierro claustrofóbico en una nave espacial?
El propósito de esa reclusión de los actores, en un hotel por cierto que no tenía nada de cinco estrellas, se trataba de un sitio más parecido a una residencia de estudiantes, es romper la burbuja que les rodea. Una burbuja que les separa del exterior, y que está llena de sus preocupaciones personales y profesionales, del rodaje anterior y el próximo, las discusiones con sus agentes, sus dietas y sus compromisos publicitarios… Es fundamental romper esa burbuja. Especialmente si, como en el caso de “Sunshine”, los actores tienen nacionalidades diferentes. Y se consiguió, me parece.
En “Sunshine” son evidentes los guiños a numerosas películas de ciencia-ficción de los últimos treinta o cuarenta años. ¿Cuáles han sido los referentes cinematográficos a los que no ha podido o querido escapar?
Hay tres hitos incuestionables, que no puedes eludir cuando te planteas aportar algo en este género: “2001: Una Odisea del Espacio”, de Stanley Kubrick; “Solaris”, de Andrei Tarkovski; y “Alien”, de Ridley Scott. Son películas magníficas, ambiciosas, muy influyentes por razones varias, y que han puesto el listón bien alto. Contienen los ingredientes básicos: una misión, una nave espacial, un equipo, una señal misteriosa… Por otra parte, he descubierto que la ciencia-ficción es un camino mucho más estrecho y riguroso de lo que creía. Hay otro tipo de películas, fantasías como “La Guerra de las Galaxias”, de las que debes apartarte, eludir su influencia maravillosa pero perniciosa, por cuanto en realidad son fábulas sin rigor científico.