La decisión del estudio Warner Bros. y el cineasta Peter Jackson de adaptar el relato de J.R.R. Tolkien en forma de tres películas, por aquello de equiparar El Hobbit a la previa El Señor de los Anillos (2001-2003) y con ello exprimir más la cartera de los fans, está costando a los implicados lo suyo en términos de pagos a antiguos poseedores de derechos sobre la obra de Tolkien.
Y es que cuando Miramax y sus directivos por entonces, los hermanos Bob y Harvey Weinstein, cedieron en 1998 los derechos sobre El Señor de los Anillos y El Hobbit a New Line Cinema (subsidiaria de Warner Bros.), ya habían gastado lo suyo en llevar al cine las obras de Tolkien. Y, aunque no lo consiguieron, cosa que sí lograrían New Line/Warner, se aseguraron de que la venta de derechos incluyese una cláusula por la cual recibirían beneficios por las películas creadas por los nuevos poseedores de derechos.
Esto supuso a Warner pagar a los hermanos Weinstein 100 millones de dólares por los beneficios del conjunto de El Señor de los Anillos, y 12,5 millones por las recaudaciones el año pasado de El Hobbit: Un viaje inesperado (en la imagen), primer jalón de la nueva trilogía inspirada en trabajos de Tolkien.
Sin embargo, Warner se niega a seguir pagando a Miramax/Weinstein por lo que obtengan La desolación de Smaug y Partida y Regreso, arguyendo que el contrato firmado en su momento solo obligaba a pagar por un primer título de El Hobbit, no por todos los que le siguieran.
Sin embargo, Miramax/Weinstein opinan que las tres entregas sobre El Hobbit que está produciendo Warner son una única ficción, y no un primer film seguido por dos continuaciones. Por ello, han llevado a Warner a los tribunales, lo que desembocará en un proceso legal duro y prolongado.