¿Nunca os habéis preguntado sí en la India existen superhéroes “a la americana” con sus tradicionales y coloridas mallas-pijama? Indagando por los dispersos mundos del ciberespacio encontraréis la previsible respuesta. Eso sí, respuesta solo válida, en principio, para el séptimo arte. Era difícil imaginar que Bollywood, esa macro industria cinematográfica afincada en Bombay y que intenta transportar a los espectadores a una realidad mucho más amable a la que tristemente están acostumbrados, no hubiera tenido en cuenta a esa factoría de mutantes o hombres con capacidades supra-desarrolladas. Teniendo en cuenta la influencia que los blockbusters de Hollywood han ejercido en las dos últimas décadas en la industria del cine indio, y que en ocasiones esa fuente de inspiración utilizada por guionistas y realizadores autóctonos para configurar sus coloridas tramas ha traspasado la línea de lo que es mera influencia para convertirse en plagio, sería de ingenuos pensar que los ávidos productores se les hubieran pasado por alto esas superproducciones que en los últimos años han reventado las taquillas mundiales.
Era cuestión de tiempo que la estética superheróica marveliana, que forma parte del orgullo norte-americano, fuese readaptada a los cánones de la cultura india y al gusto del público local. Sin embargo, ya existían incluso antes de que el Superman (1978) de Richard Donner rompiera moldes, pero no en forma de largometrajes extensos, sino en videoclips musicales. Tal vez no fueran los primeros en adaptar algunos personajes de las editoriales Marvel y DC sin pedir derechos (este honor lo tienen los turcos con su Yarasa Adam Betmen, de 1973, o los surcoreanos con la cinta de animación Golden Bat, de 1979). Y en la última década, mientras Christopher Nolan iniciaba el rodaje de su primera entrega de la trilogía contemporánea dedicada al caballero oscuro, el realizador y productor Rakesh Roshan terminaba de concretar Krrish, que no se estrenaría hasta Junio de 2006, demorando así su estreno con respecto al Batman Begins de Nolan, y que asimismo era una secuela de la película de ciencia ficción Koi…Mil Gaya (2003), donde un científico desarrollaba una supercomputadora para contactar con alienígenas y es el hijo de éste el que adquiere una serie de habilidades especiales, desarrolladas después de una serie de acontecimientos extraterrenales, tomando el relevo en forma de superhéroe.
Hace un par de años, el realizador indio Anubhav Sinha decidió releerse algunos cómic-books de Iron Man, precisamente uno de los personajes que en los últimos años más aceptación ha tenido a nivel cinematográfico, para idear Ra-One (2011): una superproducción repleta de CGI, rodada en 3D, en que el anti-héroe casi se le daba más protagonismo que el héroe en cuestión y que la manera en como los superhombres artificiales recibían sus bombas de energía para vivir se parece casualmente a la que utiliza Tony Stark para gestionar las funciones vitales de su cuerpo. De forma resumida: tenemos a un desarrollador de programas informáticos (Shah Rukh Khan) que trabaja para una importante empresa de videojuegos en Londres e idea un antihéroe (el Ra-One de marras, que es una contracción o mejor dicho readaptación terminológica de Ravana, rey malévolo Rakshasa de Lanka, surgido de la mitología hindú y recogido en el relato épico Ramayana), revolucionando así el mundo de la realidad virtual, al idear un sistema de jugabilidad en el que los jugadores están conectados a una serie de sensores de movimiento y una alta tecnología creada especialmente para la ocasión, que emula el corazón del héroe, llamado H.A.R.T (Hertz Amplifying Resonance Transmitter, un núcleo muy similar al que utiliza Iron Man y su sustancia ‘extremis’, pero con tonos azulados). El problema es cuando el villano del videojuego cobra entidad propia independiente y consigue salir del mundo virtual para hacerse, primero con Londres, después con India, buscando además quien ha sido su último oponente, que casualmente fue el hijo del apuesto programador, muerto durante la huida del demonio cibernético y cuya aura ha traspasado a la estatua prototipo del G-One, inspirada en su propia fisonomía. La historia parece muy psicotrópica, pero en realidad fue la excusa ideal para montar el mayor espectáculo de CGI y cromas de toda la historia del cine indio (luego algo mejorados en la producción telugu Eega, reseñada en esta misma sección), siendo sus acabados finales una maravilla y dejando en ridículo a otras producciones asiáticas de gran inversión presupuestaria técnica (ejem, me abstengo de opinar acerca de City Under Siege de Benny Chan, cuyos superhéroes circenses fueron comparados inexplicablemente por algunos con los X-Men de Byran Singer).
Hay que admitir sin tapujos que este festivo e imposible largometraje no esconde sus influencias, tomando referencias directas de videojuegos (saga Tekken, por la planificación del primer enfrentamiento directo en el mundo terrenal entre el Ra-One y el G-One, así como el despliegue de ataques energéticos y movimientos corporales de ambos) o multitud de recientes franquicias cinematográficas, como Matrix (la persecución por las vías urbanas, la indumentaria del primer Ra-one, así como la replicación en la batalla final que se parece a la practicada por el Agente Smith en Matrix Reloaded, vienen a ratificarlo) y Terminator 2: el Juicio Final (hay una secuencia rodada casi plano por plano, en que el anti-héroe, emulando a Robert Patrick, falsea la voz y mata a un personajes secundario para dar caza al hijo del protagonista). Sin olvidar al mencionado Iron Man (aunque la magnífica producción que Joss Whedon dedicaría a Los Vengadores, adaptando con mucha pulcritud y coherencia al grupo más querido de la casa de las ideas, no se estrenaba hasta la primavera del 2012, con lo cual, no hay nada extraído de la primera entrega de los Avengers, como se afirma en alguna reseña de algún crítico algo desinformado y liado con las fechas de lanzamiento). A pesar de las controvertidas influencias, y cuya polémica generada en torno a ella intentó apaciguar el propio Khan, el filme se saldó con unos espectaculares resultados de taquilla (teniendo en cuenta presente su elevado presupuesto, unos 19 millones de dólares oficiales, aunque algunas fuentes apuntan que se elevó hasta los 31 millones por los gastos de promoción) y una distribución internacional más que destacable (excepto aquí, obviamente), siendo estrenada a finales de octubre de 2011 en India, Inglaterra y Estados Unidos con tan solo tres días de diferencia. En total, se estima que recaudo a nivel mundial unos 37 millones de dólares.
No es de extrañar, pues, que esta superproducción a disfrutar con un buen bol de palomitas y alguna bebida hidrocarbonada sedujera al público “mainstream”, partiendo de que la inmensa mayoría de filmes bollywoodienses amalgama géneros, a priori, equidistantes y que por esta razón son un reclamo masivo para todos aquellos espectadores que solo tienen contacto con los últimos lanzamientos del séptimo arte a través de la publicidad televisiva o los tráileres previos a la proyección de cualquier otro gran blockbuster. Sin embargo, y viendo los resultados finales en pantalla, se acerca más al cine familiar que no al subgénero de superhéroes que intentaban vender los productores antes de su estreno. Sea como fuere, se trata de un entretenimiento muy decente que termina pasando velozmente por nuestras retinas, a pesar de sus innecesarias sub-tramas argumentales, sus inocuos números de bailoteo (que nunca pueden faltar en cualquier buena cinta de Bollywood que se precie) y la repelencia que causa el mocoso Armaan Verma (actor que hace del hijo del protagonista y que en cierto modo actúa como de McGuffin porqué es el chivo expiatorio para alargar la trama, que el villano haga evolucionar su poder para dar con él y destruir a su padre cyborg, aunque el suspense se vea reducido a la nada). Por lo menos no se hace tediosa, como si ocurre con otras producciones americanas recientes del mismo género heroico (como la media hora final del Dark Knight de Nolan, completamente innecesaria y que solo fue rodada para lucirse en cines Imax). ¡Y eso que su metraje se extiende hasta los 156 minutos! Si queréis divertiros con un héroe que perfectamente podría formar parte de las filas de Los Vengadores y cuyo color predilecto parece ser el azul, Ra-one es vuestra producción; si no soportáis los musicales de Bollywood, mejor llamad a Thor para que termine con él con su martillo de Mjolnir.
Ediciones disponibles: editada tanto en DVD como Blu Ray en Alemania e Inglaterra en completísimas ediciones que prácticamente no difieren en contenido a la edición original hindú, más que nada porque han sido los del mismo sello, Eros International (empresa dedicada a la distribución del cine de Bollywood a nivel mundial), los encargados de distribuirla en suelo alemán e inglés. Además, la banda sonora también ha sido comercializada y está disponible en la mayoría de portales de comercio electrónico.