"There are dreams in which you do all the terrible things your conscious mind prevents you from doing"- Stanley Kubrick
Treinta años han pasado desde el estreno de una de las obras maestras en la Historia del Cine. Sorprende el largo tiempo transcurrido, sobre todo por lo fresca y contemporánea que se mantiene la cinta; más aún, no solo el paso del tiempo no la ha perjudicado, sino que con él el film ha ido cobrando cada vez más sentido.
En la filmografía de Kubrick, forma junto con "Teléfono Rojo: Volamos hacia Moscú" ("Dr. Strangelove" o "How I learned to stop worrying and love the bombs", 1964) y "2001, Una odisea en el espacio" ("2001, A space odissey", 1968) una trilogía que muestra a un director con una capacidad única de explorar la condicción y temores de sus coetáneos. Los canales de su subconsciente se abren y surgen todos sus miedos y desesperanzas: el de la aniquilación por efecto de los ataques nucleares, y el misterio del universo desconocido son dos de ellos. En el caso de "La Naranja Mecánica" ("Clockwork Orange", 1971) el temor viene provocado por la imposibilidad de elección ante la tiranía de otros hombres.
Mención especial merece la música, elemento vertebrador de este violento cuento. Incluso la estructura del mismo es la de un aria con obertura A-B-A' en la que A sería la parte en la que Alexander y sus "drugos" llevan a cabo las temibles sesiones de ultraviolencia, B el experimento Ludovico y A' la parte opuesta a la A, en la que la violencia se vuelve en contra del protagonista. Este personaje se caracteriza por su tremenda complejidad: en contra del concepto platónico acerca de la calma que produce la música en los carácteres sanguíneos, Alex se altera al son de Beethoven, sobre todo al de su 9ª Sinfonía.
Con su jerga Nadsat que nada entendemos, el espectador rechaza toda identificación y acercamiento con esta figura insensible y de inteligencia pérfida. Nos repugna y horroriza. El revés vendrá en el momento en el que lo veamos anulado y humillado: es ahí cuando la piedad nos afecta de tal modo que la visión de ello nos resulta insoportable, ¿no es eso un sentimiento de identificación? Kubrick se lanza así en defensa no de la violencia, como equivocadamente se ha interpretado en numerosas ocasiones, sino en la de la libre elección.
Música, lenguaje, vestuario y escenografía están al servicio de esta alegoría didáctica que satiriza los vicios de la sociedad. El efecto "máscara" parece ser inseparable del estilo de Kubrick en este film. Se ha hablado de que el ambiente del mismo es de un "sueño controlado". Elementos oníricos hay, pero el milimetrado y exhaustivo esmero con el que el argumento es narrado hace poner en duda esta teoría. Demasiado controlado para ser un sueño.
Esto se podría ilustrar mejor con el análisis de una de las mejores secuencias del film: el asalto al hogar del matrimonio aburguesado.
La banda invade un territorio marcado con el rótulo HOME, montada en un Durango, coche ultramoderno en una oscura y simétrica composición en la que atraviesan un camino bordeado con árboles. Las poses que los personajes adoptan recuerda irónicamentelas de los grupos heroicos de viejas guerras, en un travelling de fotografía mate. Este es el preludio de la pesadilla que se desarrolla a continuación en la casa del escritor y su esposa. El asalto está dotado de la farsa de un vaudeville, con coreografía y número musical incorporado. Alex juguetea con la dama hasta que en un ritual paródico de Jack el destripador, corta el tejido de su ropa por la parte de los senos.
Es entonces cuando se lanza a entonar "Singin´in the rain", mientras que patalea al marido que contempla la escena desde el suelo. Gene Kelly entona su canción en un momento de júbilo, al igual que Alex, que es feliz descargando esta brutalidad. Kubrick ha convertido el miedo a la invasión doméstica, violación y asalto en una experiencia de "entretenimiento".
Nuestras armas emocionales chocan en lo cómico y lo macabro y nos desorientan aún más por el rápido corte, lo bizarro de las máscaras y la precisión de la danza de Alex, que se quita la ropa y hace una reverencia antes de proceder a la violación.
Realidad o ensoñación sería una discusión hueca, sólo propia de la crítica más ortodoxa. Como el propio Alex afirma: "It´s funny how the colors of the real world only seem real when you viddy them on a screen". Sí, quizá es tan real como cierto en el momento en el que Kubrick lo hizo posible.