Secuela realizada a toda velocidad, con unos diálogos y unas interpretaciones especialmente lamentables
Creo que fue el guionista William Goldman quien escribió aquello de que el secreto mejor guardado de Hollywood es que “nadie sabe nada”. Sólo así se explican estrategias como la que ha llevado a la Fox a contratar al cineasta alemán Martin Weisz para dirigir la continuación de la brillante Las Colinas Tienen Ojos. Nos imaginamos a Wes Craven y a algún ejecutivo californiano discurriendo algo así como “bueno, si la primera funcionó con un franchute tras la cámara, repitamos la jugada en la siguiente con otro jodido europeo, a ver si vuelve a sonar la flauta”, y husmeando frenéticamente en el Google Earth.
Como no hemos podido ver la primera película de Weisz, Grimm Love –galardonada precisamente en la última edición de Sitges con el premio… al mejor director- nos resulta imposible valorar qué méritos profesionales llevaron a elegirle, más allá de que su ópera prima tratase el tema del canibalismo. Pero a la vista de El Retorno de los Malditos apostamos lo que sea a que, sobre cualquier otro aspecto, debió primar el hecho de que necesitase pasaporte para entrar en los Estados Unidos.
Y no es que Weisz haya estropeado un guión que pase a los anales de la escritura creativa. Wes Craven, ahora con la complicidad criminal de su hijo Jonathan, firma una historia rutinaria, pésimamente dialogada, y de risibles apuntes sobre la guerra en Irak, que calca la estructura del anterior film haciendo casi como si aquel no existiera: aparte unos rótulos que al principio y al final intentan aportar alguna cohesión entre las dos entregas, El Retorno de los Malditos es más el remake de un remake (!) que la secuela de un remake (!!), limitándose a sustituir a aquella familia que por tomar un atajo se topaba en mitad del desierto de Nuevo Méjico con un clan de mutantes tarados y deformes, por un pelotón de la Guardia Nacional que acude al mismo lugar para entregar material técnico a unos científicos que miden la radioactividad de la zona. Los chicos serán diezmados por Papá Hades y su parentela, y las chicas serán fecundadas por los monstruos para perpetuar la estirpe. Debe ser una obligación contractual de la productora con los mutantes, por si siguen continuándose las secuelas.
Es en cualquier caso este último elemento el único destacable de El Retorno de los Malditos, pues da lugar a perturbadoras posibilidades que son exprimidas en un intenso plano inicial y en una escena de violación que se cuenta entre lo más repugnante que hemos visto en mucho tiempo. Pero salvar un plano y una escena en un conjunto que dura noventa minutos da idea del estropicio que constituye el grueso del film, y que no es achacable tanto a los convencionalismos del guión como a lo pedestre de la puesta en escena. Mientras Alexandre Aja otorgaba en la primera película brío y altura a lo que sobre el papel no era sino material de derribo, Weisz se muestra incapaz de hacer lo mismo. La abulia, la mediocridad, lo funcional, dominan la narración, resaltando todos los problemas latentes en una producción de este género: malas interpretaciones, detalles absurdos, alargamiento insufrible de las situaciones más nimias...
Aun así El Retorno de los Malditos ha cubierto con su estreno en Estados Unidos los costes de producción, y ha establecido Las Colinas Tienen Ojos como franquicia explotable en packs de DVD y hasta alargable en sucesivas entregas que podrían rodarse directamente para ese medio. A ver si la próxima se apunta mejor antes de tirar el dardo sobre el mapa de Europa.