Son escasos los productos de animación que nos llegan desde Sudamérica, pero indudablemente el nombre del director Juan José Campanella ha sido un detalle clave para que Futbolín llegara a la pantalla grande también en nuestro país, ayudada además por la financiación de diversas entidades españolas como el Ministerio de Cultura y el Instituto de Crédito Oficial.
No esperen encontrar en la película nada especialmente novedoso. A nivel argumental tenemos el típico enfrentamiento entre la gran multinacional de turno –en este caso liderada por un futbolista estrella que se lo tiene muy creído– y los habitantes de un modesto pueblecito, que solo pretenden seguir viviendo tranquilamente. El choque entre ambas esferas provocará que los jugadores de un antiguo futbolín cobren vida mágicamente y se decidan a tomar partido por los que más tienen que perder en la contienda.
Siendo sinceros, esperábamos mucho más de un realizador como Campanella, ya que su aportación al guión o a la dirección apenas trasciende. Aquellos que aún recuerden el buen sabor de boca de películas tan recomendables como El mismo amor, la misma lluvia, El hijo de la novia, Luna de Avellaneda o la más reciente (y oscarizada) El secreto de sus ojos echarán en falta una mayor mordiente en las situaciones y los diálogos, así como en la construcción de personajes, que aquí se antoja demasiado esquemática, simplista e infantil. Tal vez gran parte de culpa la tenga el cambio de doblaje, del acento argentino original al castellano más estándar con el que degustaremos esta historia en la Península, pero de todos modos se intuye que falta la chispa necesaria en un producto de estas características.
Pese a que el nivel de la animación es bueno y el despliegue visual entretiene –sobre todo hay detalles de iluminación y colorido que denotan un esmero digno de mención–, el contenido global resulta decepcionante, al ir alternando alguna que otra escena muy lograda entre un buen número de segmentos mucho más anodinos, así como unos cuantos momentos donde el ritmo se pierde (y también el hilo de los acontecimientos) y casi se bordea la vergüenza ajena, aunque en líneas generales la progresión sea de menos a más, rematándose la jugada con un partido de fútbol bastante divertido.
En resumidas cuentas, no estamos ante la mejor película de animación de estas fiestas, ya que ni entretendrá al máximo a los más pequeños ni ofrece alicientes suficientes como para que los padres no dirijan alguna mirada al móvil de vez en cuando.