Comentábamos en el especial de nuestro más reciente número para tablet, que cualquier película de temática bélica estadounidense tiene el recorrido más fácil si en su discurso se dejan entrever lecturas positivas para la acción militar USA, si hay vía para el proselitismo o en definitiva para vender como admirable lo que debería resultar temible.
Ciertamente el cine ha sido un recurso privilegiado para presentar tramas descerebradas de acción apelando a emociones viscerales, a frivolizar sobre la lucha o presentar como un juego a la violencia. Pero también ha logrado con un puñado de títulos todo lo contrario: entender la oscuridad de aquello demasiado siniestro para ser imaginado, aproximarnos a la batalla hasta hacernos oler la sangre y desesperación, lograr que nos repugnen las guerras y a quienes las infravaloran.
El único superviviente es particularmente interesante por estar basada en hechos reales, por el dilema que presenta a quienes en general lo tienen fácil opinando al otro lado de la pantalla del televisor: un grupo de marines debe optar entre liberar a tres posibles talibantes, uno de ellos un niño, o ajusticiarlos a sangre fría para no comprometer su misión y sus vidas. Conscientes del riesgo asumido –y pese a un intenso debate en que cualquiera con sentido común comprende ambas posturas– optan por la posición más noble. El paso de los minutos hará que cualquiera entienda que la opción inhumana era la única vinculada a la supervivencia.
En el desenlace en voz en off de una película con alma de spoiler como es El único superviviente, puede percibirse el único elemento de discurso que aporta algo de romanticismo o de generosidad hacia quienes apuestan por dejarse la vida defendiendo lo que consideran un bien mayor. Eso cuando su apuesta por el riesgo no se dirija al mero cumplimiento con las facturas mensuales, una lectura que sorprendentemente se deja entrever en algunos momentos que lapidados por las ráfagas de tiros y explosiones permiten la más eficaz de las críticas: poca respuesta más contundente cabe para un soldado deseoso de entrar en combate, que caer fulminado mientras se manifiesta en tono épico. Difícilmente quepa ridiculización mayor a los discursos grandilocuentes realizados con más épica que sentido común, tan habituales en el género.
Vista con perspectiva, El único Superviviente es una cinta de acción equilibrada como pocas, que debería alejar de la pantalla a quienes se ponen a los mandos del Call of Duty edición tras edición a intercambiar tiros como si aquella farsa que representan no simbolizara el peor de los escenarios posibles. Y por el camino un apunte que a algunos no deja de sorprendernos: Mark Wahlberg ha logrado con el tiempo zafarse de su único registro de actuación, de un perfil que parecía encaminado únicamente a repetir una y otra vez el mismo papel mientras despedazaba algún que otro clásico del videojuego.