Si hace una semana habláblamos de la película Mi hijo que contenía claras referencias al cine de Chabrol, ahora es el propio veterano maestro francés el que se pone en el punto de mira con el estreno de su última cinta Borrachera de poder, filme que pudo verse en el pasado festival de Berlín. En esta ocasión, el marco sociopolítico en el que se desarrolla la historia adquiere un peso fundamental, marco que, en ningún momento nos es ajeno dado los tiempos que corren. El argumento nos hace partícipes del lugar común en el que la mayoría de los países se ven inmersos, donde la corrupción y la lucha por el poder parecen ser elementos indispensables en el funcionamiento del entramado socioeconómico.
Ante esta ardua tarea, la guionista Odile Barski tuvo que hacer frente a un concienzudo trabajo de documentación, justo a lo que se dedica el personaje principal de la trama, Jeanne (Isabel Huppert, actriz fetiche del cineasta, con el que ha trabajado en siete ocasiones) que interpreta a la juez encargada de investigar el mayor escándalo financiero en el que se ven implicados los mandamases de una importante empresa. La premisa del filme confiere especial relevancia a la fragilidad de la vida privada de la protagonista a medida que va destapándose la verdad acerca de la compejidad del caso.
Como ya habíamos observado a lo largo de su ya amplia trayectoria, el cine de Chabrol se ha dedicado por entero a explorar el comportamiento de la sociedad francesa enfrentada a todo tipo de contradicciones, ya sea dentro del microcosmos más cercano, el orden familiar (La ceremonia, El infierno, La flor del mal) o bien tratando de ofrecer otra visión más amplia de la complejidad del ser humano en otros ámbitos. Como si de un estudio sociológico se tratara, Borrachera de poder pone en tela de juicio la utilidad de la justicia ante las embestidas del poder económico, situación expuesta de manera sobria, calculada al milímetro, muy acorde con el mundillo al que pretende retratar. Para ello, que mejor que la interpretación de Isabel Huppert para representar a ese tempano de hielo que le va como anillo al dedo.
La cinta ahonda en unos personajes que poco a poco van perdiendo su identidad, clima perfectamente creado sin necesidad de recurrir a efectismos de manual, únicamente con la verdad como instrumento de denuncia de unos hechos que, desgraciadamente, describen la realidad de cualquier país.