Teniendo en cuenta el respeto que los nipones siempre han mostrado por la fantasía heroica y la ciencia ficción, considerando además de que Japón, junto a los Estados Unidos, ha sido unos de los grandes desarrolladores y exportadores de productos del entretenimiento basados en las premisas de ambos géneros, sea en la modalidad artística que sea, resultaba del todo previsible que tarde o temprano se atrevieran a llevar la saga de Highlander al terreno animado. El resultado fue Los Inmortales: En Busca de la Venganza (2007), un atrevimiento que reformulaba los orígenes de Connor MacLeod con resultados excelentes. Una osadía llevada a cabo por Yoshiaki Kawajiri, uno de los pesos aplastantes de la industria del cine de animación contemporáneo, que con el soporte animado y productivo del estudio Madhouse (comandado por Masao Maruyama, uno de los productores más importantes del anime de los 80 y 90, quién colabora personalmente en esta producción como productor asociado) y la supervisión animada de Kevin Eastman (co-creador de las Tortugas Ninja) lograron crear una nueva entrega en clave retro-futurista que hacía olvidar ciertos despropósitos del “timeline” oficial de sus precedentes entregas de este inmortal culebrón cinematográfico.
Los Inmortales reformulados en anime. |
Olvidaos de MacLeod y Christopher Lambert por un momento y de la historia original parida por Gregory Widen y tomad como referencia el personaje que interpretaba Sean Connery en el filme original: un español que había sido paladín del Rey Carlos I de España y que contaba con una katana forjada siglos atrás. La primera impresión que a uno le venía en mente cuando se explicaba el origen del personaje es que el largometraje rodado por Russell Mulcahy contenía ciertos anacronismos insalvables, aun partiendo de la premisa fantástica de que los inmortales podían travesar el tiempo, viajando en él sin que se aclarase nunca la manera en que lo hacían. Era una idea que quedaba en el aire y que sí se exploraba mejor en la novela, pues en realidad este espadachín hispano era originario de Egipto, habiendo nacido hacía el año 800 A.C. y habría logrado viajar (o mejor dicho permanecer) en el tiempo hasta aparecer por tierras niponas en el siglo VI, donde se habría casado con una princesa y conseguido que el herrero Masamune se adelantara unas cuantas eras al verdadero cénit armamentístico del archipiélago, forjándole así su valiosa katana.
La idea de que los inmortales pudieran travesar civilizaciones nunca se había desarrollado con tanta profundidad en la saga como sí se produce en esta versión animada, en la que se reinterpreta el origen de Connor MacLeod, pues en realidad era un romano apodado Colin que en el siglo II A.C. perdió a su esposa a manos del emperador Marco Octavio (sí, aquí es considerado un Emperador) y fue convertido en inmortal. Su lucha para dar con él a lo largo de la Historia para poder cobrarse su venganza hizo que fuera pasando por los distintos períodos históricos (incluido el siglo XVI) hasta llegar al futuro distópico que se presenta en el filme (donde arranca). Su odisea lo ha llevado hasta un Nueva York fortificado: los ricos viven en una especie de ciudad-estado recubierta de oro y las clases bajas entre suburbios y bajo los rascacielos medio derruidos de Manhattan. Allí ayudará a la clase “rebelde” a penetrar en la fortaleza infernal para derrocar a su presidente, que aguarda ciertos parecidos con su enemigo inmortal, enamorándose de una prostituta que le recordará a su amada romana.
No por casualidad es a través de los flashbacks que descubriremos como las distintas esposas con las que ha compartido una parte de su corta existencia inmortal, las distintas mujeres de las que se ha enamorado, en realidad son la misma, a la sazón que sirvieron como tapadera de su condición como ser eterno y una manera de seguir encontrando lo que buscaba: venganza. He aquí la incorporación japonesa al concepto romántico de la inmortalidad, no en el plano físico, sino en el espiritual: a grosso modo y según la transmigración del budismo (una de las dos religiones oficiales de Japón) una alma permanecerá e irá reencarnándose en distintas personas conservando su esencia, junto con el karma que irá arrastrando; esto invita a pensar que dos almas gemelas, enamoradas, puedan encontrarse en distintas épocas, aunque los cuerpos de esas personas no sean las mismas, es decir, que el cuerpo humano no deja de ser un caparazón. Visto así, está lógica budista solamente es aplicable a su esposa, que es una mortal, pero no puede aplicarse al Colin / MacLeod porque él nunca ha fenecido como tal, su alma siempre ha permanecido en su cuerpo inerte a cualquier cambio histórico. La única vez que falsamente renació fue durante una batalla, que se dio por muerto y al enterrarlo volvió a surgir de la tierra, ante el asombro de los de su clan, de aquí a que adoptase el apodo de MacLeod. Aunque quede algo difuminada por el incesante ritmo narrativo, es la única justificación que se da en el filme para integrar este nuevo origen del personaje en la saga original.
Esta es la mayor reinterpretación que inteligentemente se hace del personaje con respecto a los orígenes que conocíamos, incluso de la ficción literaria original, pues aunque se respeta que MacLeod residiera en las Tierras Altas Escocesas durante un período considerable de su vida, en realidad no nació en el año 1518, sino en época romana, y por lo tanto no consiguió la inmortalidad en 1536 al luchar contra el guerrero Kurgan (aunque en la película original se deja entrever que éste último ya intuya que el escocés venía de otro período anterior y que incluso contaba con ciertas dotes de inmortalidad que desconocía o cuya alma había olvidado). Con esta licencia conceptual, la carga pesante de la eternidad queda más patentada en su personalidad, sirve para entender su frialdad ante todo lo que le rodea, dándole además una dimensión mesiánica que muchos opinamos que se le tendría que haber dado desde el primer filme.
Las traslaciones espacio-temporales respetan el estilo con que el cineasta Mulcahy brindaba en la primera entrega y de forma animada aun resultan mucho más subyugadoras. Son flashbacks perfectamente integrados en la escaleta argumental central, de la trama del presente (ubicada en esa tierra devastada, con reminiscencias a los anime de El Viento de Amnesia y El Puño de la Estrella del Norte), y que sirven para mostrar los traumas pretéritos que arrastra el MacLeod del mundo futuro (que por cierto, respeta la fisonomía de Christopher Lambert, aunque el estilo de caracterización animada de Kawajiri y los suyos lo acercan al Jubei de Ninja Scroll, también dirigida por el mismo equipo de Madhouse). Así pues nos encontraremos con un anime que no solo encaja perfectamente en el mundo de los inmortales, sino que amplía todo lo que ya conocíamos de antemano para forjar nuevas preguntas de cara a una posible continuación. De momento no se ha producido, pero MacLeod seguirá blandiendo su katana con tanta arrogancia y ferocidad como la ha venido empuñando desde siglos antediluvianos.
Ediciones disponibles: editada en DVD por Jonu Media / Savor (actualmente descatalogada). La edición de lujo venía con un disco suplementario de extras, una postal, un libro, un doble poster y un DVD con la pésima tercera entrega de la saga cinematográfica, aquí titulada El Hechicero.