Un asesino en busca y (casi)captura
El 11 de octubre de 1969 una patrulla policial estuvo a punto de capturar al asesino del Zodiaco. Acudía junto a otras unidades al escenario de su cuarto ataque reconocido, contra un taxista llamado Paul Stine a quien disparó en la cabeza. Los agentes se cruzaron con un hombre blanco de entre 35 y 45 años, pero pasaron de largo porque la alerta radiofónica había descrito al sospechoso como de raza negra. Cuando quiso enmendarse el error ya era tarde.
En todo caso Stine fue la última víctima “oficial” de una lista que completaban la pareja de adolescentes Betty Lou Jensen y David Faraday, tiroteados el 20 de diciembre de 1968; otra pareja acribillada el 4 de julio de 1969, Darlene Ferrin y Michael Mageau (que sobrevivió); y una tercera pareja, formada por Bryan Hartnell y Cecelia Ann Shepard, que corrió todavía peor suerte que los anteriores, pues ambos fueron brutalmente apuñalados, aunque Bryan también viviría para contarlo.
Autoridades e investigadores debaten todavía si adjudicar a este asesino otras cinco muertes con patrones similares acaecidas entre 1963 y 1970. Pero el uso de diversos tipos de armas, la confusión que creó la multitud de misivas y llamadas, la imposibilidad de inculpar a un sospechoso llamado Arthur Leigh Allen, fallecido en 1992 de causas naturales y para muchos el culpable, ha provocado que hasta la fecha el caso siga abierto y cautive la imaginación popular.
Hasta tal punto, desgraciadamente, que el asesino del Zodiaco inspiró las actividades de otro perturbado: Heriberto Seda, un neoyorquino que mató o hirió gravemente entre 1990 y 1994 a siete conciudadanos, y que gustaba asimismo de enviar cartas a la policía en las que explicaba sus motivaciones y declaraba admirar a su colega de San Francisco. Seda sí fue detenido, y cumple desde 1998 cadena perpetua.
El zodiaco y la cultura popular
Los asesinos en serie constituyen una seña de identidad propia de la cultura popular norteamericana. Por ello no es de extrañar que el del Zodiaco haya inspirado, antes que a David Fincher, a otros cineastas. El más famoso Don Siegel que, aún en plena fiebre por el caso, dirigía en 1972 “Harry el Sucio”, con Clint Eastwood como trasunto del inspector Dave Toschi y Andy Robinson como “Escorpio”, un despreciable villano cuyos métodos recordaban sobremanera a los del criminal verdadero.
Por su parte William Peter Blatty, autor de la novela y el guión de “El Exorcista”, escribía en 1983 otro libro, “Legión”, en el que seguía indagando sobre la naturaleza del mal a través de la figura de otro monstruo basado en parte en el del Zodiaco. “Legión” sería llevada al cine por el propio Blatty como “El Exorcista III” (1990).
También las series televisivas “Nash Bridges” –protagonizada por Don Johnson- y “Millenium” –con Lance Henriksen- han fantaseado en torno al asesino. Lo mismo han hecho la banda punk de San Francisco “The Zodiac Killers”, con cuatro discos hasta la fecha, y el músico de hip hop “The Zodiac”, que ha dedicado dos canciones al asunto en álbumes publicados en 2004 y 2006.
No falta en torno al asesino del Zodiaco ni la correspondiente leyenda urbana. En el programa de televisión “Misterios sin Resolver” –emitido durante un tiempo en España- se especuló con una posible relación entre sus andanzas y las de Ted Kaczynski, el terrorista antisistema más conocido por el pseudónimo de “Unabomber”.
David Fincher: El corazón de las tinieblas
Si a las citadas “Seven” y “El Club de la Lucha” (1999) sumamos “Alien 3” (1992), “The Game” (1997), “La Habitación del Pánico” (2002) y la cinta que ahora nos ocupa, es fácil concluir que el director de todas ellas, David Fincher, no tiene una visión complaciente de la existencia. Y él lo confirma sin pelos en la lengua: “Algunos van al cine para que se les confirme que todo va bien. Yo no hago ese tipo de películas. Para mí eso es mentira, nada va bien. Y no es que no sea consciente de que tengo una responsabilidad hacia el modo en que reaccione el público. Precisamente por eso, quiero que se sienta incómodo”.
Esta cualidad ya era perceptible en su primer trabajo como realizador, un anuncio para la Asociación Norteamericana contra el Cáncer en el que mostró a un feto fumando, y ha sido una constante en su filmografía, en la que los suicidios, la paranoia, la violencia explícita y las atmósferas enrarecidas conforman un universo en el que el espectador percibe que puede tener lugar lo inimaginable.
Una inseguridad que tiene un curioso contraste en la exquisitez formal de todos sus films, y en el rumbo férreo que sigue su carrera. A Fincher le caracterizan las películas que ha realizado, pero también las que ha rechazado. Y la simple enumeración de algunas resulta chocante: “La Dalia Negra”, “Batman Begins”, “Asesinato en 8 mm”, “Mission: Impossible III”, “Atrápame si Puedes”… La razón para no aceptar estos encargos parece residir en su resistencia al control ajeno, que sufrió hasta niveles hilarantes rodando su ópera prima, “Alien 3”.
No hay que preocuparse en cualquier caso porque a Fincher le falte trabajo. En estos momentos rueda su tercer película con Brad Pitt como protagonista, “The Curious Case of Benjamín Button”, basada en un relato de F. Scott Fitzgerald; y está sopesando la posibilidad de dirigir videojuegos, una ópera, una versión teatral (¡y musical!) de “El Club de la Lucha”, y una película de animación digital para adultos.