Walter Neff es un anodino agente de seguros pero la situación en la que se encuentra dista mucho de ser corriente: le quedan pocas horas de vida. Al igual que en “El crepúsculo de los dioses” (1950), Billy Wilder confiere a la voz en off de su protagonista (aunque en la citada ya era cadáver) una tensión dramática que va más allá de convencionalismos funcionales.
El hilo conductor de la narración nos introduce en la dinámica del flash back con pequeños apuntes en el presente, donde el personaje principal relata a través de un dictáfono los acontecimientos que le han llevado ante tan desesperada situación. Al cabo de varias secuencias conocemos la causa de su fatal destino: la poderosa carga sexual que desprende tan sólo el tobillo de Phyllis Dietrichson (el mejor papel de Barbara Stanwyck como ambiciosa y rubia femme fatale) le inducirá a cometer el asesinato del marido de ésta.
No hay ni que decir que esta producción clásica de cine negro contiene todos los elementos que hacen que este género nos proporcione uno de los mejores retratos del thriller policiaco, donde los personajes cruzan el límite que separa el bien del mal sin posibilidad de salir indemnes. Así, la ambición de la Sra. Dietrichson y el deseo irrefrenable de Walter Neff actuarán como móviles de la acción criminal en la que se verá inmerso nuestro protagonista, permitiendo que el espectador sufra en propias carnes todos sus avatares (se sufre cuando el coche no arranca tras haber estrangulado al Sr. Dietrichson).
Como en la mayoría de este tipo de producciones, encontramos infinidad de secuencias que acaban grabándose en nuestra retina: el ya mencionado tobillo de la Stanwyck descendiendo las escaleras con suntuosa elegancia o el reflejo de su crueldad en un memorable plano fijo de su rostro durante el asesinato. Sin olvidar la loable interpretación de Edward G. Robinson, dando vida al único personaje que encarna la amistad y el respeto, en un papel alejado del rol gansteril al que nos tenía acostumbrados.
Todo ello se conjuga sutilmente para ofrecernos una de las mejores muestras del cine negro en la que los matices expresionistas profundizan en la historia hasta el punto de crear una verdadera obra maestra.