Habida cuenta de que la huida por los angostos márgenes que conceden los tiempos actuales a los nuevos nombres es cada vez más estrecha, obviaremos toda referencia a Tom Clancy o a la larga historia de Jack Ryan para centrarnos en lo único que el lector entenderá relevante: si Operación Sombra merece los 100 minutos de nuestra vida que nos pide, si hay algo mínimo que aporte su trama de conspiraciones y espionaje.
Bajo la dirección del pluriempleado Kenneth Branagh (aquí también megavillano de la función), Jack Ryan: Operación Sombra no despunta en ninguno de sus apartados, ni sonroja pariticularmente en ninguno de ellos. Su trama, articulada por un dueto de guionistas con David Koepp como fuente de experiencia (Adam Cozad debuta para la ocasión), realiza los justos alardes en los momentos clave, esconde con acción la impericia en la búsqueda de nuevas ideas y al menos no abusa de sus excesos en lo que probablemente puede ser el elemento más irritante en el género.
En prácticamente todos sus elementos, la cinta tira de manual: agente secreto con capacidad de deducción roza la quiromancia, villanos camuflados junto a villanos evidentes, y conspiración contra occidente planeada cuidadosamente pero con el inevitable problema de encontrarse presa de una cinta convencional que la arruinará en los últimos 5 minutos de metraje.
La mayor aportación argumental debía venir del pasado de Jack Ryan, quien aspira a quedar al margen de la acción directa pero cuyas investigaciones dan con un planeado ataque económico para hundir la economía americana alrededor de un atentado. Inevitablemente acabará volviendo a la acción pese a su voluntad, víctima de la consciencia de que al otro lado de la pantalla hay tipos con palomitas que se distraerán si las ráfagas de tiros no marcan un ritmo constante.
Globalmente Jack Ryan: Operación Sombra tiene en su propia mediocridad no solo un elemento para el olvido, sino probablemente la satisfacción de haber cumplido con su aspiración máxima vistos sus mimbres. Lo cual no quita que ocasionalmente el género nos de propuestas más aceptables, y que nos recuerde el mérito de la saga Bourne a la hora de ofrecer unos mínimos de intensidad muy por encima de lo que tenazmente dibuja la media.