Maniqueísmo y clichés, repetidos hasta la saciedad, inundan una producción con buenas intenciones y pésimos resultados.
No podría llegar en mejor época. Aún reciente la campaña electoral, y con los políticos todavía haciendo valoraciones de los resultados obtenidos, se estrena Dos rivales casi iguales, sátira política en clave de comedia, protagonizada por partida doble por Andoni García. El film transcurre a caballo entre Madrid y un pequeño pueblo de montaña, lugar de nacimiento de Nacho y Jaime, dos gemelos de ideologías opuestas cuya ambición les llevará a una rivalidad de consecuencias nacionales: la lucha por la presidencia del gobierno.
Optando por la comedia costumbrista, deja a un lado la sutileza o la inteligente critica al sistema bipartidista que cabría esperar de una película de estas características. Aún así, fracasa al conseguir arrancar como mucho, una forzada sonrisa. Los esquemáticos y caricaturizados personajes parecen sacados de Farmacia de guardia y el resultado final es más parecido a Marisol rumbo a Río o a una película de Pili y Mili que a una comedia política.
El buen hacer de actores como María Galiana, espléndida en su papel de asistenta, poco o nada puede hacer para sostener a unos personajes poco creíbles, planos, absurdos. Pero no es este el único defecto destacado. Su guión simplista, no impide que se traten temas políticos como el racismo, la homosexualidad o el machismo, expuestos con una total falta de naturalidad, porque toca; y vistos desde una perspectiva circense y carente de cualquier tipo de sensibilidad. Como guinda a semejante pastel, un final (que lo desvelala propia película, por obvia y predecible) carente de toda lógica, que muestra la total falta de moral y principios de los protagonistas. Este aspecto, incidental y no buscado, podría resultar ser el único punto de conexión entre los políticos presentados y los de la vida real.