La temática de la inteligencia artificial y la posibilidad del amor hombre-máquina ha sido abordada en distintas ocasiones por la ciencia ficción, sin que en ningún caso hubiéramos visto un tratamiento tan actualizado y personal como el que Spike Jonze nos propone en Her, una nueva muestra de personalidad y autoría del director de Cómo ser John Malvokich.
Theodore (Joaquin Phoenix) es un talentoso redactor de cartas para terceros que en su trabajo debe glosar con sensibilidad las emociones de sus clientes para relatar aquello que estos quisieran expresar. Un oficio que le transpone en la piel de otros mientras su propia vida personal se hace añicos víctima de un divorcio que no termina de superar. Su vida cambia cuando el lanzamiento de un nuevo sistema operativo da con una versión tan adaptada a sus necesidades que acaba relacionándose con la voz que le asiste con mayor plenitud de lo que jamás podría pedir a persona alguna.
Joaquin Phoenix junto a Amy Adams. En Her dan vida a dos amigos sin demasiado éxito en el amor. |
Más allá de las proyecciones sobre la vida real y la forma en que todos hemos vuelto nuestras miradas hacia el móvil para relacionarnos desde una cómoda y volátil virtualidad, el relato de Jonze avanza desmenuzando ideas que hacen que su experiencia sea algo válido más allá de lo anecdótico o estrambótico. A saber: que si una inteligencia artificial llega a recrear emociones que valgan la pena con la suficiente entidad, también acabará necesariamente devolviendo alguna de las negativas como parte de un todo inescindible; que si en la virtualidad de su afecto hay algo real, también habrá algo de dependencia y de necesidades propias; que, en definitiva, toda relación es preciso un mínimo de libertad para resultar natural, que esa misma libertad puede fácilmente llevar al desencuentro.
Theodore cree encontrar la pareja perfecta frente a su ordenador. |
No se trata solo de que Her haya sido hábil al diseñar su discurso y al construir su mundo futurista con proximidad tangible. Su retrato fluye con una sugerente atmósfera repleta de personajes de carne y hueso con los que es fácil identificarse, de un romanticismo y reflexiones que a lo largo de las dos horas hablan con la lucidez que las miles de cintas de superficialidad irritante que suelen abordar los escarceos de personajes de cartón jamás podrían lograr. Probablemente estamos ante una de las cintas románticas más especiales desde Lost in Translation, una película auténticamente especial.
Escena del rodaje de Her. |