Mátame, O me quieres o me mato, Persuasor de muerte, éstos son sólo algunos de los títulos que dan nombre a los primeros cortos de Juan Carlos Falcón, director que debuta en el largo con La caja. En principio diríamos que su debut le ha hecho olvidar cierta obsesión con la muerte... sino fuera porque la susodicha caja tiene forma de ataúd. Su futuro inquilino es Lucio, el indeseable marido de Eloísa (Angela Molina) fallecido de manera inesperada y sin un lugar en casa donde su viuda pueda verarlo en paz. Será su vecina Isabel (Elvira Mínguez, vista en Tapas) la que se encargue del muerto. A partir de ese momento, el velatorio toma aires de esperpento al traer consigo a unos vecinos dispuestos a ajustar cuentas con el difunto.
Situada en un pequeño pueblo de Canarias, la cinta está dotada de una atmósfera de lo más enrarecida, algo claramente plasmado en el uso de casi un único escenario interior, el lugar elegido donde se desarrolla la acción, y en el que salen a la luz los secretos de una pandilla de personajes de lo más pintoresco.
El estreno de Juan Carlos Falcón en el mundo del largometraje contiene una serie de aciertos que le llevan a convertirse en un director al que seguir la pista, sin embargo existen algunos puntos que, sin ánimo de desmoralizar, conviene matizar. En primer lugar, acierta con su estupendo plantel de actrices (en especial con la gran Elvira Mínguez) que sostienen el filme dando vida a mujeres luchadoras, fuertes y que salen adelante por sus propios medios.
Como contrapunto a esta afirmación, diremos que a la película de Falcón le falta algo más de garra en la dirección y quizá sea ese el motivo por el que el ritmo narrativo se resiente a cierto nivel. Así pues, aparenta tener regusto al cine macabro de Alex de la Iglesia combinado con el estilo de Berlanga -la secuencia en que entran tres mujeres del pueblo para velar al muerto no tiene desperdicio- con lo que la historia se ve sin esfuerzo aunque denote algún que otro bajón en la cadencia del discurso. Por lo demás, nos encontramos con una película que no llega a ser llamada drama ni tampoco funciona como comedia negrísima. Es posible que su realizador se quedara con ganas de insuflarle algo más de vida a una proyección a veces agria, difícil de digerir y con un componente socarrón. Puede en todo caso que en su próxima incursión tras las cámaras, Falcón consiga un estilo más depurado y un mejor dominio del tempo.