Resulta un tanto desolador comprobar que una de las películas más esperadas del verano no hace sino llevar a la pantalla, con un pretexto narrativo tan nimio como el de las series televisivas, cómics y cintas de animación que la precedieron, las transformaciones convulsas de unos juguetes que ora son camiones, ora son robots interestelares. Pero con el rumbo que sigue Hollywood, en una década lo que sonará extraño es que en algún momento de su historia la palabra acontecimiento estuviese ligada a producciones como El Padrino, 2001: Una Odisea del Espacio, El Puente sobre el Río Kwai o Los Mejores Años de Nuestra Vida.
Transformers, por supuesto, no engaña a nadie. Se trata de una película muy similar en sus planteamientos promocionales y dramáticos a Independence Day, número uno de la taquilla mundial en 1996: una premisa argumental resumible en aproximadamente 25 palabras (dos clases enemigas de robots alienígenas, varadas en la Tierra desde tiempo inmemorial, salen de su letargo forzoso y amenazan con destruir el planeta con sus combates), desarrollada por los guionistas Alex Kurtzman y Roberto Orci (Mission: Impossible III); personajes como Optimus Prime, Megatrón, Bumblebee, Starscream y otros autobots y decepticons familiares a niños de varias generaciones, pues como juguetes consiguieron un enorme éxito en el mercado por su capacidad para cambiar de forma; unos cuantos actores con problemas de acné que aportarán el humor, el romance, y la identificación por parte de un público más o menos púber mientras salvan el mundo; secundarios de lujo con un ojo en el cheque y otro en las humillaciones a que se verán sometidos al representar a los mayores; y unos efectos especiales que dejarán a todo el mundo con la boca abierta y que constituirán a la postre, como en tantos blockbusters de hoy, lo más creativo de la propuesta.
DreamWorks, Paramount Pictures y la juguetera Hasbro, compañías productoras de Transformers, no ocultan además su intención de que la película devenga una franquicia, y previendo de hecho la repercusión de su estreno en julio ya han anunciado que gozará de al menos dos secuelas, en las que se ha comprometido gran parte del equipo técnico original. Con este panorama, al cinéfilo mayor de siete años sólo le queda un nombre al que agarrarse para confiar en que el invento sea más apetecible de lo que parece: Steven Spielberg. El Rey Midas de la industria, el hombre que (casi) siempre ha aportado, hasta a sus producciones más volátiles, un toque de distinción, declaró cuando se implicó en el proyecto que deseaba se hiciese justicia (?) a los muñecos que entusiasmaban a sus hijos, e insistió en que la historia debía centrarse en Sam Witwicky, el joven humano de cuyo valor pende el destino de la humanidad.
Dicen que estas directrices de Spielberg han impregnado Transformers de un aire que rememora el de sus primeras películas, especialmente E.T. (1982). Otro productor, Tom DeSanto, insiste en esa comparación: Queríamos que el film homenajease la década de los ochenta, que recuperase ese sentido de lo maravilloso que Hollywood ha perdido en los últimos tiempos. En 'Transformers' abundarán esos momentos spielbergianos que devolverán al espectador a los diez años aunque tenga treinta y cinco.
Esta fidelidad a un cine de otra época, y también a las características originales de los juguetes (que salieron al mercado por vez primera precisamente en 1984) ha generado ciertas tensiones creativas durante la preparación de Transformers. No olvidemos que el director escogido, Michael Bay, representa un estilo mucho más agresivo y desprejuiciado que el de Spielberg y sus discípulos. Bay, que en primera instancia desechó la película calificándola de stupid toy movie, la aceptó finalmente debido al fracaso económico de La Isla, pero luchando por otorgar a las imágenes un tono más duro que el previsible en lo que ha sido definido explícitamente como "una producción familiar".
Así, Bay ha modificado los diseños de varios robots con el fin de conferirles un look más inquietante, ha primado sus escenas de batalla contra unidades militares, y ha sustituido a algunos de los actores que prestaron sus voces a decepticons y autobots en el mítico film animado de 1986 (Transformers: The Movie. Nelson Shin) por otros de modulaciones más aceptables entre los jóvenes del siglo XXI. Puede que en este contraste de sensibilidades cinematográficas se halle lo más interesante de Transformers, que por lo demás promete responder punto por punto a aquella frase de Macbeth: un cuento lleno de ruido y furia contado por un…