El género del thriller abarca, aunque parezca mentira a estas alturas, infinitas posibilidades dependiendo del país de donde provenga. Después de haber asistido a la proyección de La última nota no podemos evitar echar la vista atrás y ser conscientes de la cantidad de thrillers con psicópata incorporado que se hicieron a principios de los noventa, encabezando esta lista el tremendo boom que protagonizó La mano que mece la cuna de Curtis Hanson. El principal leit motiv de ambos films es la venganza, claro que el tratamiento narrativo acaba distanciándolas sin remedio. El caso es que los mecanismos del suspense hacen que en esta película del cineasta Dennis Dercourt, el director se mueva en otro terreno al mil veces utilizado por la industria de Hollywood, motivado por la desmitificación de género que ha rebasado los límites de lo soportable.
La historia nos sitúa en la acomodada casa de los Fouchefourt, donde la joven Melanie (Deborah Francois) entra a trabajar al cuidado del hijo del matrimonio durante los días de vacaciones. La señora Fouchefourt (Catherine Frot), célebre concertista de piano, comienza a desarrollar una curiosa empatía con la joven canguro, que acaba ejerciendo de pasapáginas en los conciertos de ésta. Lo que Ariane Fouchefourt no sabe es que diez años antes, Melanie vio frustrada su carrera musical por culpa de la pianista. La venganza está servida, y echando mano de los tópicos, se sirve fría, más bien helada. No hay más que ver la gélida mirada de la que hace gala la actriz Deborah François, artífice de esta calculada obsesión que acaba por absorber a la débil pianista hasta manipularla a su antojo.
Pero si en los thrillers de sello norteamericano la sucesión de clichés campan a sus anchas- las personas corrientes se vuelven héroes de la noche a la mañana, siempre acompañándose la acción de la típica música estridente- el thriller francés se engalana del estilizado toque de autor y consigue llevarse el gato al agua de la mano de la mayor de las sutilezas, y sino que se lo digan a Chabrol, maestro del cine francés del que el director Dennis Dercourt ha sabido influenciarse.
La última nota, por tanto, explora terrenos ambiguos con indudable fuerza dramática, procurando que la progresión de la tensión acumulada no decaiga en ningún momento, situación generosamente potenciada por el dúo protagonista femenino, todo un recital de interpretación contenida que hace que el filme llegue a buen puerto.