Álex (J.J. Ballesta) ha pasado su infancia en un orfanato después de que la única persona que había en su vida fuera detenida ejerciendo de carterista en el metro. Lo único que le queda es un recuerdo suyo lejano y las lecciones prácticas para el hurto que esta le dio en el tiempo que vivieron juntos. Una vez en la calle, pretende ganarse la vida de forma honrada y encontrar a su antigua aliada. Ni una cosa ni otra van a ser tan sencillas.
Ladrones es la opera prima de Jaime Marques, premiada en Málaga con el galardón del jurado. Un director con ideas muy claras que huye del victimismo a la hora de buscar respuestas a los males del cine español. Alguien que no duda en afirmar que son los propios autores los que han tirado al público de las salas, los que no han sabido comprender lo que este les pedía. Un debutante capaz de preocuparse porque el aspecto de su trabajo no dé esa permanente imagen de obra amateur que acompaña a la factura técnica de muchas películas del cine español, a medio camino de la impronta televisiva y de estética decididamente cutre.
Como resultado de ello, Ladrones muestra de forma constante un empeño por lucir bien en pantalla. Se cuida de evitar la vulgaridad y tanto a nivel de imágenes como de sonido hace lo máximo por lograr una apariencia digna. A nivel de fotografía con David Azcano se logra una apariencia homogénea de producto cuidado. El sonido queda quizá descompensado por excesos de protagonismo de una banda sonora que busca crear demasiadas veces la emoción que en ocasiones le correspondería a la pantalla o al propio guión. El exceso puede terminar por hacer perder su utilidad como recurso, y si bien es cierto que en conjunto se crea una sensación atmosférica, falta un ritmo propio a la hora de crear tensión y se deja más un poso onírico y una idea global que no encuentra un clímax que cabría intuir por lo que la historia sugería.
En el primer tramo, con el protagonista dudando entre la vida honrada y el camino fácil, la irrupción de Sara (María Valverde) en su vida y un tercer frente con la búsqueda de su mentora, los caminos abiertos permiten buenos augurios. Valverde es lo suficientemente expresiva para que las propias contradicciones de su personaje puedan quedar por debajo su personalidad. Ballesta por el contrario limita su gesticulación a escasos dos movimientos, un tono de voz homogéneo y una carencia de dicción que puede estar bien traída a propósito de los orígenes que le impone su papel, pero que anula parte de la empatía con su personaje y lo deja reducido a una marioneta movida por el metraje.
No obstante los problemas llegan cuando ninguno de los frentes abiertos encuentra espacio para que el nudo se desarrolle, y el desenlace llega tocado de muerte permitiéndose únicamente aprovechar su baza atmosférica. A la falta de punch han contribuido la carencia de un ritmo estructurado basado en una única sensación prolongada, la falta de detalles argumentales interesantes con que desarrollar los acontecimientos y que estos tenían poco margen temporal por haberse empleado demasiado a fondo en mostrar la soledad de sus personajes en mudas reflexiones que ni la pantalla ni el espectador pronuncian ni escuchan respectivamente. Demasiado empeño en reflejar estados de ánimo subrayados con una corrección técnica que no permite suplir los acontecimientos que deberían estar surgiendo, y que llegado a un punto nos dejan con un balance escaso, donde un ladrón desdibujado que debería ser virtuoso apenas ha demostrado algo de habilidad y se ha limitado a dar consejos redundantes a su atenta discípula. Con un mayor empleo en el guión, dirigido a dar más acción en lugar de tanta exploración de planos, Ladrones habría logrado ser una cinta muy superior a la media gracias al empeño en mostrar algo más tras la cámara. El resultado ofrece un producto que apunta buenas maneras y que de emplearse con más contención y equilibrio hacia una historia rematada podrían dar con algo que valiera verdaderamente la pena.