Había muchos ojos puestos sobre la continuación de The Amazing Spider-Man, qué duda cabe. Si en aquel filme muchos se cuestionaban la conveniencia de relanzar la franquicia y volver a contar el origen del personaje después de tan poco tiempo –aunque Sony y su necesidad de retener los derechos del mismo contaban en gran medida, por supuesto–, lo cierto es que en general la cinta lograba al menos igualar el tanteo con respecto a aquel primer Spiderman de Sam Raimi (2002), mejorando algunos aspectos aunque tomando ciertas decisiones que evitaban que dejara mejor regusto: la poco imagen de fracasado que mostraba Peter Parker o la escena de las grúas al rescate, por poner dos ejemplos.
Tras los avances previos, y a la vista de que iban a entrar en juego nada menos que tres villanos –Electro, Rino y el Duende Verde– a más de uno le debió recorrer un escalofrío por la médula espinal recordando precedentes similares que terminaron en espantos absolutos: tomemos los dos Batman dirigidos por Joel Schumacher o, sin ir más lejos, Spiderman 3 del propio Raimi. Por fortuna, el guión orquestado a ocho manos (con la incorporación de Alex Kurtzman y Roberto Orci, colaboradores habituales de JJ Abrams) sabe dar a cada uno la importancia que merece, y al final la sangre no llega al río.
Dejando a un lado las presiones previas y las expectativas, y atendiendo a su propio ser, The Amazing Spider-Man 2 logra tener más entidad que su predecesora. Sabedora de los juguetes que tiene entre manos, nos queda la sensación de que esta nueva etapa de la franquicia del arácnido camina con paso bastante firme hacia el futuro. Eso sí, Marc Webb insiste en dejar tiempo de sobra para el romance de Peter y Gwen –recuerdo de su debut tras las cámaras en la comedia amorosa (500) días juntos, suponemos–, de lejos los momentos más exasperantes de estas casi dos horas y media, pero cuando concluye la cinta entendemos sus motivos para tomar dicha decisión.
Combinando con habilidad el humor, la acción y el drama –no en vano Peter Parker acarrea una serie importante de pérdidas en su vida–, la película sabe entregarse abiertamente al dinamismo de las peleas entre seres poderosos –hay varios momentos de cámara ralentizada y perspectivas curiosas que realmente embelesan al espectador, deseoso de saber qué acontecerá a continuación– y nos muestra a un Spiderman en una serie de imágenes que casi parecen arrancadas de las páginas de sus comics, al contrario del lanzarredes de la trilogía de Raimi, que se movía más como un ágil insecto.
Pese a todos los defectos que se le puedan achacar, la verdad es que la progresión del film deja una segunda mitad más que entretenida, con todos los elementos que uno esperaría encontrar en una cinta de estas características. Los fallos de ritmo, los titubeos de Andrew Garfield o unos villanos algo de opereta terminan por desembocar en un clímax que supone un paso adelante para el personaje, y que deja bien a las claras que hay una intención por parte de los responsables de hacerlo evolucionar siguiendo una estudiada planificación. Todo eso sin olvidar los detalles esparcidos aquí y allá que van sembrando semillas de cara a futuras entregas, como no podría ser de otro modo. Y es que incluso se habla ya de una película de los Seis Siniestros, una especie de anti-Vengadores con ansias de acabar con nuestro amistoso vecino Spidey. Tiempo al tiempo.