Es sobradamente conocido el buen olfato comercial de Luc Besson, siempre dispuesto a seguir el rebufo de los thrillers de acción norteamericanos para atraer, valiéndose de sus mismas armas, a aquellos espectadores que gusten de dicho tipo de cintas. En esta ocasión no se pone detrás de las cámaras –labor que sí llevaba a cabo en la reciente Malavita–, pero sí escribe y produce, haciendo doblete en nuestra cartelera en ese sentido con Brick mansions. Si a eso agregamos las tres próximas secuelas de la saga de Transporter que ya están programadas, no podemos negar que al bueno de Besson le gusta mantenerse activo.
3 días para matar es un producto bastante similar a otros de la filmografía del cineasta galo, que en esta ocasión delega la dirección y la deja en manos del discreto McG, quien después de las dos espídicas entregas de Los ángeles de Charlie apenas se ha prodigado –solo Terminator salvation y Esto es la guerra han destacado algo–, y que deja bastante claro qué tipo de realización quería Besson para esta historia.
Los detractores del cine asociado al francés probablemente tengan muchos motivos para detestar este film, ya que básicamente vuelve a intentar conjugar acción, thriller, humor y cierto trasfondo familiar. Sin embargo, habría que decirles que en esta ocasión el resultado final sí que consigue entretener –algo en lo que la mentada Malavita fracasaba–, y que si se acude al cine con pocas expectativas seguramente nos sorprendamos de ver que no estamos ante una abominación del séptimo arte, sino más bien ante un entretenimiento ligero que cumple su función, al menos durante la primera hora.
El tono ligero que adopta la película desde su arranque sirve para que comulguemos mejor con la poca coherencia del guión, las actitudes chulescas de algunos personajes –fíjense en la femme fatale y en sus recorridos en coche por París– o el difícil equilibrio entre la parte más dramática de la narración y los pasajes más distendidos o directamente cómicos. Kevin Costner convence en su papel de espía que quiere cumplir con sus misiones a la vez que intenta recuperar el amor de su hija adolescente, y tiene unos cuantos toques de humor que sorprenderán a bastante gente.
Siguiendo la estela de Venganza –que tras su secuela ya va camino de convertirse en trilogía–, también escrita por Besson, tenemos un personaje principal casi intocable que ejecuta a sus enemigos sin piedad y sin preocuparse por las fuerzas del orden (de hecho, apenas se ven policías en todo el transcurso de la cinta), y las sensaciones son parecidas a las provocadas por aquella: estamos ante una historia para dejar pasar el rato, no pensar demasiado y reírse de vez en cuando. Según cómo nos pille el día, poco más le podemos pedir a una película en ocasiones.
Por supuesto, se le puede achacar la falta de originalidad, la apatía y/o el sonrojo que nos provocan algunos personajes o situaciones –sobre todo durante la segunda mitad del metraje, que debería haber sufrido algunos recortes– y lo bufo de ciertos segmentos –lo del contable italiano y su receta para la pasta lo amas o lo odias, no hay término medio–, pero a fin de cuentas hay que apreciar lo poco en serio que se toma a sí misma. Ese desparpajo es lo que la salva de la quema en esta ocasión. O tal vez se debe a que a este crítico le pilló en un buen día. Quién sabe.