Nuevo intento del cine británico por concretar una comedia coral y social de éxito tras los bombazos que supusieron hace ya demasiados años Full Monty (1997) y Billy Elliot; hasta la fecha, no han podido conseguirlo títulos como Las chicas del calendario (2003) y Una canción para Marion (2012).
En esta ocasión el experimento se titula Pride (en la imagen), y, según las primeras impresiones recogidas en el Festival de Cannes, donde se ha exhibido, podría triunfar allí donde fracasaron otras intentonas previas debido a su calidad, y a que ha sabido mezclar con más acierto de lo habitual lo social, lo lacrimógeno, las problemáticas de raza y clase y orientación sexual, y hasta las problemáticas de la tercera edad (que, como demuestra la también inglesa El exótico hotel Marigold, ya con secuela en marcha, sí es hoy por hoy un argumento de impacto).
Pride se ambienta en la Inglaterra de 1984 y, más concretamente, en la odisea de los mineros que mantuvieron una huelga infructuosa de un año contra la primera ministra conservadora Margaret Thatcher, que pretendía acabar de golpe y porrazo con la tradición obrera de aquel país cargando contra una de sus industrias emblemáticas.
Pride, segunda realización cinematográfica tras Círculo de engaños (1999) del director teatral Matthew Warchus (que acaba de reemplazar al frente del venerado Old Vic Theater de Londres a Kevin Spacey), está protagonizada por habituales de este subgénero que hemos descrito como Imelda Staunton (La grandeza de vivir) y Bill Nighy, y por Dominic West (Centurión, John Carter).