Nos hallamos ante una nueva novela de Arturo Pérez-Reverte que llega a la gran pantalla, confirmando el filón de ideas que supone el escritor cartaginense para directores extranjeros –Jim McBride adaptó La tabla de Flandes, Roman Polanski hizo lo propio en La novena puerta con El club Dumas– y españoles –Pedro Olea trasladó a la pantalla El maestro de esgrima, Gerardo Herrero nos llevó a Territorio Comanche, y más recientemente Agustín Díaz Yanes ha convertido la extensa saga de Alatriste en un confuso popurrí.
En esta ocasión el encargado de trasladar a imágenes las creaciones de Pérez-Reverte es el siempre fiable Imanol Uribe, que antes de su anterior El viaje de Carol ya había entregado otra solvente adaptación literaria, la de Plenilunio de Antonio Muñoz Molina. Para el papel protagonista Uribe vuelve a contar con un habitual en su producción, Carmelo Gómez (Días contados, Extraños), que para más inri ya había participado a su vez en la anteriormente mentada Territorio Comanche.
La carta esférica nos narra la búsqueda de un bergantín hundido frente a las costas de Cartagena por parte de Coy, un marinero al que le ha sido retirada su licencia tras sufrir un accidente, y Tánger, una empleada del Museo Naval de Madrid muy interesada en aquello que puedan encontrar en el fondo del mar, posiblemente un tesoro. Sin embargo, hay un sombrío individuo, el italiano Nino Palermo, que se entromete en su labor y les amenaza. Y no está solo...
Básicamente nos encontramos ante una historia moderna de género negro que ha sido llevada a un contexto espiritual más propio de siglos atrás, cuando las aventuras románticas gozaban de los favores del público. Como viene siendo habitual en la obra de Pérez-Reverte, se ahonda en ciertos ideales predominantes en esa literatura a la vez que se incorporan elementos más actuales. Coy es el caballero andante de una pieza que no desfallece aunque sabe que lo más seguro es que sea víctima de una traición, y Tánger es la ambigua mujer fatal que tan pronto da una de cal como una de arena. En la película hay elementos de escritores que aparecen nombrados en la misma por boca del protagonista (Stevenson, Conrad, Melville), pero también hay espacio para Alejandro Dumas, por ejemplo.
Quizá el único problema de La carta esférica sea que no estamos antes una historia sorprendente, y a grandes rasgos sabemos cómo va a ir desarrollándose la trama. Echemos la culpa, pues, a Pérez-Reverte, que, intereses historicistas aparte, apenas persigue entretener y poco más con la mayoría de su producción, echando mano de estereotipos en más ocasiones de las que sería deseable.
Eso sí, aprovechando el tirón comercial que el nombre del novelista va a tener de cara al estreno, Imanol Uribe y su equipo han echado el resto. Ya sólo la fotografía de Javier Aguirresarobe o la magnífica música de Bingen Mendizábal son excusas perfectas para pasarse por el cine, y qué decir del espléndido reparto, en estado de gracia. Carmelo Gómez y Aitana Sánchez-Gijón dan lo mejor de sí, y secundarios como Enrico Lo Verso no les andan a la zaga, pese al siempre engorroso hándicap del acento.
En definitiva, una cuidada cintaromántica y de aventuras protagonizada por piratas modernos y buscadores de tesoros. Refrescante entretenimiento de clase.