Los protagonistas de Al filo del mañana.
Nos contaba hace más de diez años Danny Rubin —guionista del clásico Atrapado en el tiempo— cómo en los años sucesivos al estreno de la cinta dirigida por el recientemente fallecido Harold Ramis pudo asistir a un curso informal de “filosofía y religión”, gentileza de todos los entusiastas espectadores que creían que de alguna forma las tramas recurrentes del alter ego de Bill Murray entorno al día de la marmota, habían recogido a la perfección el ideario de muchas creencias entorno a conceptos como el karma, a priori alejados de lo que propone Al filo del mañana a pesar de su evidente paralelismo argumental.
En el lenguaje propio de las películas, para Bill Murray el premio era el personaje de Andie McDowell, de rasgos antagónicos, desprendiendo pureza y encanto allá donde el de Murray imponía cinismo y arrogancia. Algo similar sucede con Cage (Tom Cruise) y Rita (Emily Blunt), pues uno representa el discurso pragmáticamente de alejado la acción a la que teme visceralmente, en tanto la otra es lucha directa y compromiso entregado, el icono de la esperanza misma en una guerra de oscuro pronóstico. Que en el curso de la evolución de su trama, repitiendo una y otra vez el mismo día, Cage y Blunt acaben participando de una unión mayor, que recorran sus personalidades a través de todos los errores en la búsqueda del único acierto, es algo que además de crear otro punto de unión con Atrapado en el tiempo (al margen de que aquí su trasfondo sea el de una lucha intergaláctica), permite de una forma propia encontrarse con matices a la hora de analizar su relación que serían inasequibles para una cinta con estructura temporal coherente.
Algo similar sucedía, de forma sublimada, con Más allá del tiempo (Robert Schwentke, 2009), en que el otrora guionista de Ghost proponía un juego interesante para un personaje condenado a dar tumbos sin control a través de una línea temporal desquiciada. En ese viaje, se encontraba con la mujer de su vida en distintas fases, lo cual daba pie a desmenuzar al límite todas las formas posibles de su amor.
También como aquella, Al filo del mañana, tirando del libro de Hiroshi Saku, sabe establecer unas reglas del juego que, entregadas a la ciencia ficción, son en general respetuosas consigo mismas y dan espacio para que la acción de un experto como Doug Ligman (ahí queda su legado en la saga Bourne) se desenvuelva con toda la precisión que cabe exigir a una superproducción del 2014 (incluyendo rasgos de videojuego que tan bien casan con su planteamiento ‘vidas infinitas’ y que resultará familiar a los fans de cualquier variante del Call of Duty).
Llegados a este punto, juzgar a Al filo del mañana desde la devoción al género y participando de las posibilidades que concede la sci-fi, es probablemente comulgar apasionadamente con una cinta en que quien sepa ver al personaje de Tom Cruise y no al actor que durante un tiempo irritó con sus sobreactuaciones y filias pseudorreligiosas, concluirá que su legado en filmografía crece y no únicamente por su posición en la industria, sino por su capacidad real para moldear personajes que le sientan bastante mejor que el que interpreta ante la prensa.
Nos encontramos ante una película que probablemente crecerá con el tiempo, y que tras casi dos horas de acción ininterrumpida puede fácilmente dejarnos saciados y con la sensación de haber vivido su historia y habernos identificado con sus personajes, más allá de sus posibles lagunas o (inevitables) sobredosis.