¿Es X-Men: días del futuro pasado una película a la altura de sus expectativas? Esa es probablemente la pregunta clave a la hora de juzgar una entrega precedida por un hype que la situaba como la siguiente referencia en las adaptaciones a cine de cómic, y que no tiene una respuesta simple: si la medimos por el beneplácito de sus fans, por cómo estos han recibido entregados a un repertorio de personajes recreados con acierto desde la primera entrega y que aparecen reunidos tanto en precuela como en secuela en una jugada hábil, lo cierto es que sí, X-Men días del futuro pasado cumple y a medida que pasan los días la satisfacción parece generalizada.
Ahora bien, si la juzgamos como película autónoma, tratamos de apartar el fetichismo y la entrega fan, quizá podríamos afirmar que no estamos ante una cinta que merezca ser destacada sobre las anteriores, y podríamos incluso considerar a otras de la misma franquicia superiores de forma autónoma.
El caso podría ser similar a otras grandes marcas con productos que se limitan a administrar recursos con diligencia, que es lo mínimo que de hecho debe pedirse: en sagas tan icónicas como Star Wars o Indiana Jones hemos visto entregas de todos los colores y que ni en la más nefasta de todas ellas (sí, probablemente la cuarta de Indy) los espectadores asaltaron la cabina de proyección como parecía procedente, y en su lugar parecían satisfechos por haberse reencontrado a un personaje carismático.
X-Men: días del futuro pasado tiene numerosas cosas positivas, una atractiva dosis de oscuridad y condena, un viaje a los 70 lujosamente recreado, un cuidado en respetar sus bases y tirar de los mejores momentos admirable… Ahora bien, también tiene enormes agujeros argumentales propios de cualquier cinta de viaje en el tiempo, decisiones de guión absurdas como ya se han visto en episodios previos (y que darían para un potente listado de peros), o pérdidas de fuelle alarmantes que, en cualquier otra película, sacaría la vena crítica de quienes aquí comulgan con ella con vehemencia.
Bryan Singer, alzado de nuevo a los altares con el regreso a la saga mutante, sigue demostrando en muchos momentos ser el tipo correcto y espectacular con eficacia aún a costa de perder intensidad en ciertos puntos (algo que en su degeneración desangró Superman Returns en 2006).
En vista de la convicción de los convencidos y de que sus objetivos están cumplidos, es casi innecesario cuestionar mucha de la atonía de una película que debe sus mayores logros a ese reencuentro con personajes conocidos que antes mencionábamos. Lo cual no nos impide señalar a casi cualquiera de las X-Men anteriores como superior globalmente, y advertir de los riesgos de que la saga acabe plegándose a la rendición de culto a sí misma… al menos hasta que la edad de sus protagonistas fuerce el momento del reboot.