En 1987 la película noruega Pathfinder, dirigida por Nils Gaup y basada en una antigua leyenda lapona, nos hablaba del violento choque entre dos tribus y conseguía de paso una nominación a los Oscars en la categoría de película en habla no inglesa. Veinte años después, el discreto realizador alemán Marcus Nispel (responsable de Frankenstein Evolution o el reciente remake de La matanza de Texas) nos brinda en El guía del desfiladero una revisitación de aquella cinta. Eso sí, esta vez dudamos que el producto resultante vaya a conseguir ser nominado a algo.
Estamos en la Norteamérica precolombina y hay unos malvados vikingos que se dedican a hacer incursiones en los territorios donde viven unos bondadosos y pacíficos indios. ¿Cómo sabemos que unos son malos y los otros buenos? Además de por las vestimentas y la actitud, los indios hablan en inglés (español tras pasar por la sala de doblaje, claro), pese a no haber tenido aún contacto alguno con la lengua de Shakespeare; los invasores, por su parte, se limitan a gruñir algunas frases en su lengua natal que son pertinentemente subtituladas. Así pues, quedémonos con la cantinela: “Inglés buenos, subtítulos malos.” ¿De verdad hace falta detallar de qué nacionalidad es la producción?
Sin embargo, los sangrientos guerreros escandinavos encontrarán un obstáculo en sus planes de conquista. Hace años uno de sus niños quedó abandonado en el Nuevo Mundo –no se nos explica muy bien cómo– y ahora, tras haber sido criado junto a los indios, está más que dispuesto a plantar cara y derrotar a los atacantes europeos. El niño en cuestión (que con el paso del tiempo, oh milagro, pierde unas enormes cicatrices que le habían quedado en la espalda) está interpretado por Karl Urban, un habitual del cine de acción (El barco fantasma, Doom, Las crónicas de Riddick, así como El señor de los anillos) que con su inexpresividad intenta sin éxito transmitir el desgarro que le supone enfrentarse a sus propios congéneres para defender a su pueblo adoptivo. Pero claro, como los indios son tan majos –que no falte la historia de amor con una de ellos– tampoco es que le asalten las dudas a cada momento.
El guía del desfiladero echa mano sin rubor de ideas de otras cintas anteriores. Hay algo de Conan el bárbaro (el niño huérfano que se torna insensible máquina de matar), Willow (la persecución por la nieve a bordo de trineos), y también mucho de Acorralado cuando el fugitivo protagonista transforma un inocuo bosque en una serie de trampas mortales (en apenas unas horas: ríanse ustedes de los programas televisivos de bricolaje). La realización videoclipera, por su parte, marea bastante gracias a confusas escenas de lucha donde se abusa de la cámara lenta y la sangre generada por ordenador tampoco colabora demasiado a la hora de ofrecernos algo creíble.
Con todo, hay que salvar la excelente ambientación y el vestuario. Los paisajes nevados son increíbles, y los brutales vikingos dan miedo de verdad enfundados en sus ropajes y armaduras, aunque habría que estudiar si no es un error histórico presentarlos de esa guisa (en fin, uno más...). Además, como los personajes no hablan demasiado nos libramos de los insufribles diálogos que tienen algunas cintas de acción y venganza como la que nos ocupa.
Lo cierto es que el resultado es simple y entretiene por los pelos en la sala de cine, y cuando uno se pone a reflexionar sobre ella a posteriori es cuando van surgiendo todos los inconvenientes mentados, así que habría que recomendarla especialmente para espectadores que se dejen cautivar sin reparos por la acción y que luego no gusten de cavilar sobre lo visto.