Inevitable evolución
La evolución de Los Simpson es parte de la necesidad de explotación de todos sus posibles filones a lo largo de su dilatada existencia. No en vano, la creación de Matt Groening (Portland, Oregon, 1954, con una infancia repleta de horas de colegio junto al director justificándose por su afición a dibujar monigotes tipo Simpson a todas horas) generó una de las mayores avalanchas de movilización del público televisivo cuando la Fox anunció su retirada, medida que tuvieron que tragarse ante aquel amotinamiento generalizado (si bien sí pudieron hacer efectiva con Futurama a pesar de que ahora hay buenas noticias para los amigos de Fry: Matt Groening ha firmado con la Fox la realización de 4 películas de salida directa en DVD pero que serán emitidos en episodios por Comedy Central; en España La Sexta tiene sus derechos).
La película llega en el momento en que toda esta evolución nos ha llevado a un punto en que Al Jean, veterano en la serie pero que va a cumplir 7 temporadas de guionista jefe en solitario, es culpado por muchos de la pérdida de sentido crítico y de la menor conexión con el público, dando muestras de un ritmo acelerado cuando no espídico, con gags cortantes, radicalizados y con más espacio para la incoherencia, en rasgos que quizá tienen más proximidad con Padre de Familia que con la familia de Homer.
El propio Matt Groening viene acompañado en el largometraje de algunas de sus mentes más importantes entre las que se incluyen James L.Brooks (uno de sus creadores y guionista) , Mike Reiss (guionista jefe en la tercera y cuarta temporada junto al mencionado Al Jean, que queda en solitario de la 13 a la 18), David Mirkin (guionista jefe en las temporadas 5 y 6 y que se llevó a Homer al espacio), Mike Scully (guionista jefe temporadas 9 a 12 y autor de “La Rival de Lisa” y “Marge no se siente orgullosa”), o Jon Vitti (con 35 episodios y que tiene alguno tan emblemático como “Bart El Genio”). Un plantel de lujo para una película repleta de creativos que está llamada a convertirse en uno de los mayores fenómenos de taquilla.
Claves del éxito
De los rasgos que han convertido a Los Simpson en un fenómeno de dimensiones únicas pueden destacarse dos: el rico repertorio de personajes y los distintos tipos de humor incluidos. Sobre lo primero, los personajes, su desarrollo pasó muy pronto la mayor carga del peso icónico de Bart a Homer, para dar fuerza progresivamente a los secundarios contribuyendo así a la creación de un microcosmos. Ahí intervienen todas las figuras identificables: la hermana estudiosa, la antítesis en forma de niño rebelde, la madre sufrida y paciente, el padre...( bueno, el padre este caso es “simplemente Homer”), el rico alejado de la realidad que explota a sus trabajadores -los vagos e ineptos trabajadores-, el camarero que vive del alcoholismo de sus clientes -sus alcohólicos clientes-, el “meapilas” cursi vecino-perfeccionista... La identificación con las distintas clases es muy rica con un escenario de personajes tan trabajados y bien representados, que pasan de secundarios a protagonistas.
Sobre el segundo aspecto, la variedad de su humor, sus guiones permiten en su complejidad que uno pueda reír con su muestra de humor más simple (Homer recibiendo golpes), la más crítica (la parodia social cuando no cinéfila o incluso a la propia serie y sus excesos a lo largo de tantos años) o la más abstracta cuando su lenguaje se vuelve ininteligible pero igualmente auténtico.
Uniendo ambas características, el cruce de distintos tipos de humor y sus personajes, las cualidades que estos últimos parecían tener firmes varían según las necesidades de la historia. De esta forma, Homer puede ser un tipo atractivo si se trata de poner a prueba su fidelidad con una cantante country o con una compañera de trabajo que sea su alma gemela, pero puede ser el eslabón perdido o un potente emisor de hedor corporal si se trata de degradarle, algo que se repite en lo económico: puede ser un hombre bien asentado y burgués si se trata de dar envidia al pobre Graimito o alguien endeudado hasta los topes que no puede comprar una caravana decente, que ha de pedir prestado dinero a sus insoportables cuñadas o cuya casa se desnivela hasta el punto de salir como atracción en la televisión de Ken Brokman.