El sevillano Paco Cabezas debuta en Hollywood, tras dedicar en terreno patrio sendas películas al terror –Aparecidos– y a los gangsters estilo Guy Ritchie –Carne de neón–. En esta ocasión, Tokarev viene a constituirse en una suerte de homenaje a las películas de justicieros violentos de serie B que poblaron las estanterías de los videoclubs en la década de los 80 del siglo pasado. Como Charles Bronson ya no se encuentra entre los vivos, parecía una buena elección hacerse con los servicios de un Nicolas Cage que obviamente ha tenido épocas mejores, y que ayuda a transmitir esa atmósfera decadente a un producto de estas características.
No estamos ante un argumento original, ni en ningún momento sentimos que se haya puesto el más mínimo entusiasmo a la hora de desarrollarlo. Los ecos a esa Venganza protagonizada por Liam Neeson son obvios, ya que de nuevo tenemos a un padre que tiene que resolver el secuestro de su hija adolescente por parte de unos desconocidos que probablemente tengan que ver con algunos de sus pecados de juventud, en la época en que era un delincuente que tenía tratos con las mafias rusa e irlandesa.
Si lo narrado no transmite excesivo interés, tampoco lo hace un Nicolas Cage marchito y sobreactuado, siempre a la sombra de sus estrafalarios peluquines, que supone una carga para la credibilidad de lo narrado, y que constantemente nos hace lamentar que no se hubiera podido contar con Jason Statham o el mentado Liam Neeson para poner rostro al padre coraje de turno. Mejor opinión merecen buena parte de los secundarios, aunque poco pueden hacer con los personajes planos que les han tocado en suerte.
Eso sí, al menos podemos elogiar la buena mano de Paco Cabezas para poner cada elemento en su sitio y narrar con eficacia una película que fácilmente podía haber devenido telefilme de sobremesa. El pulso empleado por el realizador para meternos de lleno en las peleas cuerpo a cuerpo, los tiroteos y las persecuciones –aunque el montaje estropee la de coches, con alguna explosión añadida tremendamente irrisoria– hace que el producto resultante funcione: a buen seguro los seguidores de este tipo de cintas saldrán satisfechos de la proyección. Está claro que Cabezas ha contado con más medios que de costumbre, pero sin duda cumple como ejercicio de estilo, y probablemente no sea la última vez que trabaje en suelo norteamericano. La falta de pretensiones ayuda a hacerla más llevadera, pero sin duda irrita sobremanera la ausencia de riesgo y sus diversas incoherencias, por no hablar de una resolución algo patética.