En principio el guión de Turistas guarda tantas similitudes con Hostel que bien podíamos estar hablando de una secuela de aquélla localizada en Brasil: un grupo de estadounidenses de vacaciones en dicho país sudamericano se ve atrapado en una red de delincuencia que persigue macabros fines, básicamente relacionados con abrirles en canal y juguetear con sus tripas. A estas alturas del argumento seguramente los amantes del cine más sangriento ya se estén frotando las manos impacientes, pero antes de ir más lejos habrá que decirles que esta película no se ha hecho precisamente para contentarles, pese a lo que pueda prometer el planteamiento de la historia o el engañoso tráiler.
El primer segmento de la cinta se dedica a presentarnos a los personajes, una panda de jovencitos un tanto descerebrados –aunque no tanto como los de Hostel– que son engañados y que acabarán refugiándose en una siniestra casa donde todo apunta a que ha sido torturada gente. De forma paralela, iremos conociendo retazos de los villanos de la historia y nos vamos haciendo una idea de por dónde van a ir los tiros (y las cuchilladas).
Pues bien, lo que en cualquier producción de terror hubiera ocupado como mucho media hora (y en la aburrida Hostel incluso 45 minutos) aquí necesita de una hora entera para desarrollarse, así que quien acuda a la sala sabiendo más o menos que los protagonistas acaban metiéndose en la boca del lobo puede aprovechar esos 60 minutos para ir al servicio, acercarse a por palomitas o revisar los mensajes de texto de su teléfono móvil, porque lo cierto es que no sucede nada digno de ser reseñado y el aburrimiento resulta tremendo.
Cuando por fin se produce la primera sangre hay unos cinco minutos donde la cinta sí se entrega a la casquería más descarada, pero dura poco. Después el director y guionista John Stockwell opta por deleitarnos con su dominio de las imágenes subacuáticas (no en vano sus dos obras precedentes son Inmersión letal y En el filo de las olas) y remata la película con una persecución larga, confusa y absurda que deja al espectador patidifuso y con la sensación de haber sido estafado.
Turistas no cumple como representante del género terror, y aunque coquetea con el suspense no logra inquietar lo más mínimo. No se consigue empatizar con sus protagonistas, los villanos de la función no dan miedo (¡al final casi todos acaban teniendo remordimientos!), y tampoco convence el retrato extremadamente tercermundista que se quiere hacer de Brasil. Estamos, en conclusión, ante una historia tediosa –¿de qué sirve esa interminable caminata por la selva a mitad de metraje?– que sólo cumple como desfile de modelitos de bikini.