Si hacemos un balance anual sobre el funcionamiento interno del cine surcoreano, nos encontraremos en que cada año hay un largometraje sobre la “kkangpae” (término por el que se conoce a la mafia autóctona) que sobresale por encima de todos las demás. Y aun pareciendo insostenible el género, por la cantidad de producciones que han utilizado al mafioso coreano para construir entramadas tramas que exploran el mundo criminal de Corea del Sud, siempre hay alguna que nos deja boquiabiertos. En este último año, la encargada de aunar crítica y espectadores ha sido New World (Park Hoon-jung, 2013), un crudo relato brillantemente trazado por su realizador (guionista del mismo) en el que se cuenta con pelos y señales el ascenso jerárquico de varios capos y la impunidad que parecen tener ante la justicia. Aunque al final terminen sucumbiendo porque entre las filas de sus clanes tengan ciertos “topos” policiales que los comprometan, no solamente ante las fuerzas de la autoridad, sino también ante los suyos u otras organizaciones mafiosas enemistadas.
New World es el nombre con el que un agente rudo (Choi Min-sik), encargado de departamento antimafia, bautiza la operación de maquillaje que pretende llevar a cabo contra el mayor sindicato del crimen de Corea del Sud. Para ello cuenta con la ayuda infiltrada de un policía (Lee Jung-jae) que, después de diez años mimetizando las costumbres del gángster local, ha conseguido ser uno de los grandes capataces del clan Goldmoon. Pero seguiría siendo un don nadie si no hubiera contado con la ayuda de su “hermano de sangre” (Hwang Jung-min, en su mejor interpretación hasta la fecha), un desbocado criminal de ascendencia china al que suele hacerle algunos favores personales para controlar sus malos temperamentos. No obstante, el policía infiltrado de impoluto talante quiere dejar el mundo criminal, y más cuando su mujer (en contacto con el inspector de policía y obligada a que espíe a su propio marido para tenerlo controlado y evitar que tenga tentaciones de pasarse al otro bando de la ley) se quede encinta. Para evitar su fuga, decide manipular a su “hermano de sangre” y éste descubre que en realidad se trata de un agente de las fuerzas secretas, pero ante la inminente Asamblea de clanes, en la que debe decidirse la reubicación de poderes, decide fingir para hacer piña con el poli infiltrado y así poder usurpar la silla de otro líder mafioso del mismo rango que pronto va a subir de escalafón. No obstante, la tentación de pertenecer a otro estrato social, en el que se combina la lujuria y la peligrosidad en su justa medida para mantener un equilibrio de poder y un respeto por parte de otros clanes, parece afianzarse cada vez más en el corazón del policía infiltrado; y como un réptil mudando de piel, irá aceptando su condición de mafioso como algo natural para el resto de sus días.
En los títulos de crédito iniciales queda muy claro con un rótulo sobreimpreso en pantalla que lo que vamos a ver a continuación es una ficción cinematográfica y que cualquier personaje o estamento parecido con la realidad es pura coincidencia. Sabia elección de Hoon-jung, que con esta segunda aventura como realizador demuestra que es igual de talentoso contando historias que planificándolas (se encargó de las puestas escenográficas de The Unjust y Encontré al Diablo). Lo cierto es que las estructuras de la mafia surcoreana pasan por inmiscuirse en la política y los negocios inmobiliarios, y no son pocos los medios de comunicación locales que alguna vez han recibido presiones o amenazas cuando han husmeado demasiado en ciertos negocios turbios (en el filme se muestra cuando unos informadores policiales sacan fotos de varios mafiosos en un funeral y estos les destruyen la cámara cuando alertan de su presencia).
Un conglomerado perfectamente estructurado e incluso maquillado por la industria del entretenimiento, pues cada vez son más las producciones locales (y New World no es la excepción) en las que se enaltece la elegancia del mafioso (como sucedía en Hong Kong, con el cine de triadas y el “heroic bloodshed”, o en el japonés con el “yakuza eiga”). Y esta voluntad es expresada por Hoon-jung cuando se le preguntó a propósito de la amoralidad y la dualidad de sus personajes; sobre la ambigüedad entre el bien y el mal que retrata en ambos bandos de la ley (ni el mafioso lo pinta tan despiadado, ni el policía lo caracteriza como el paladín de la justicia). Tampoco se olvida de la violencia practicada por estas organizaciones, y sin despojarla de todo el glamour característico de cualquier ficción fílmica del género, sólo ofrece ráfagas contundentes de ella en un par o tres de ocasiones (la secuencia de la escaramuza en el parking montada en paralelo con la que tiene en el ascensor es para quitarse el sombreo en cuanto a planificación).
El filme sigue la línea empleada por Yun Jong-bin en Nameless Gangster (2012), sobre todo en la manera de concebir los personajes y la manera en como concreta cada capítulo referente a las luchas de poder. En cuanto a historia, el guión traza un hermanamiento paralelo con lo que planteó Johnnie To en Election, dueto fílmico que mostraba el funcionamiento autárquico de las tríadas, así como la enmarañada jerarquía en sus negocios y sus rituales de iniciación y fin de eras, sin florituras de agentes o detectives infiltrados. El input superlativo de New World recae en que su director aplica a rajatabla el formulismo refinado del encuadre cinematográfico: todas las tomas tienen una composición determinada muy estudiada y la puesta en escena está tan trabajada que debería convertirse en el sancta sanctorum para futuros realizadores que estén estudiando en Universidades de Cine. Se nota que Hoon-jung ha estudiado escenografía, pero de la auténtica, de manual, no la que hoy en día parece que han olvidado la mayoría de directores de Hollywood, supeditados al CGI y a la creación y visualización de la “set piece” artificial a través de programas informáticos en los que el espacio real no se visualiza ni se plasma sobre un medio natural o un plató. Sería injusto que esta pequeña obra maestra, aún demasiado joven para convertirse en tal, no pasara a los anales de la historia del cine de mafias. Lo peor que podría pasarle es que se la comparase con The Departed (el remake fallido que realizó Martin Scorsese de la trilogía hongkonesa Infernal Affairs), pues su argumento, aun dándole treinta mil vueltas y pese a su compleja red de personajes, contiene ciertos paralelismos. Sea como fuere, New World es una falsa crónica policial sobre el mundo del “kkangpae”, brillantemente narrada por un realizador en alza y sin los reduccionismos estilísticos del cine de acción actual.
Ediciones disponibles: editada aquí en DVD y Blu Ray por la distribuidora ISAAN Entertainment y distribuida por la compañía Cameo.