Enrique Piñeyro fue piloto de LAPA (Líneas Aéreas Privadas Argentinas) entre 1988 y 1999, fecha en que dimitía por estar en desacuerdo con la política de seguridad de la compañía. Sus experiencias durante esos once años le han llevado a construir una historia de la que es guionista, director y principal intérprete, y donde la ficción se entrelaza con datos fidedignos para acercarnos a un problema con el que Piñeyro hubo de convivir a diario: la alarmante falta de medios en el seno de la empresa para la que trabajaba, y las chapuzas con que se iba saliendo del paso... Hasta que un terrible accidente aéreo con 67 muertos sacudió a la opinión pública argentina.
La película resulta ágil desde el punto de vista narrativo y en casi dos horas de duración no cabe apenas sitio para el hastío. Abundan las elipsis bien usadas, y hay algunos saltos en el tiempo que nos van dando pistas de por qué cauces va a transcurrir la investigación del accidente arriba mentado. Los diálogos son tan certeros como a los que ya nos tiene acostumbrados buena parte del cine argentino, aunque también sufren de la mala sonorización de ciertas escenas. De todos modos, el propio director señala que esto lo hizo a propósito para que el espectador fuera consciente de lo difícil que es escuchar al copiloto en pleno vuelo.
Si bien quizá habría bastado con que Whisky Romeo Zulú fuera un documental que en media hora nos detallara todos los pormenores del accidente y su contexto, ya de por sí suficientemente esclarecedores, lo cierto que la ficción que crea Piñeyro alrededor de los sucesos va calando con gran acierto (las entrevistas con la psiquiatra, un ejemplo), sumando dato tras dato hasta que la tragedia se nos antoja inevitable. El contundente remate llega durante los títulos de crédito finales, con testimonios sacados directamente de diversas cadenas de televisión argentinas y que consiguen transmitir una buena parte de la sensación de indignación que debió asaltar al director para acometer un proyecto de estas características.
Por mucho que los personajes de la cinta señalen que “esto es Argentina” y esa coletilla sea usada a modo de excusa para la mala gestión y el riesgo en el que se pone constantemente a tripulación y pasajeros, es verdad que accidentes de este tipo suceden en en muchos paises, y que el método empleado por las compañías viene a ser sospechosamente similar en cualquier rincón del globo: se prefiere pagar con celeridad las indemnizaciones a los familiares de las posibles víctimas antes que invertir en mejoras notables, y en caso de que se produzca lo inevitable (aunque aquí sería mejor decir evitable) la culpa siempre es del piloto, del maquinista... En definitiva, del último y más débil eslabón de una cadena. De esta manera da la sensación, una vergüenza tras otra, que si la tragedia no aparece con más frecuencia es de puro milagro, y gracias a esta muy recomendable película y a que consigue dejar mal cuerpo, podemos reflexionar en torno a este tipo de situaciones.