Realismo social tan crudo y bien contado como en el fondo inútil
Más de tres años ha tardado en estrenarse en España Un modo de vida, ópera prima de la guionista y directora de color Amma Asante, a pesar de los premios obtenidos en diversos festivales internacionales. Quizás por tratarse de una película encuadrada en la veta, poco agradecida, del realismo social tan caro a la historia del cine británico.
El realismo social tuvo en Ken Loach y Mike Leigh dos célebres valedores durante las dos pasadas décadas, y tras cierto agotamiento de la fórmula y su degradación comercial con Tocando el Viento (Mark Herman, 1996) o Full Monty (Peter Cattaneo, 1997), cintas como Red Road hacen pensar en posibles mutaciones genéricas.
Un modo de vida no es en cambio una película demasiado novedosa, salvo quizás en lo que toca a su crudeza y su desilusión ideológica. En su retrato de Leigh-Anne, una madre adolescente galesa que vive de la caridad pública y privada y que sublima sus frustraciones con el odio racista hacia sus vecinos turcos, Asante carga las tintas sórdidas hasta rozar en los últimos minutos el terror puro y duro. Llega un punto en el que lo realista da paso al sensacionalismo.
Por otro lado, del título del film y de su narrativa ágil y concreta, que debe más a Stephen Frears que a Loach o a Leigh, no cabe deducir una crítica global, sino más bien la constatación impersonal de determinadas situaciones e incluso una mirada no demasiado complaciente para con Leigh-Anne y sus amistades, que priman en todos sus comportamientos la estupidez y la satisfacción inmediata de sus deseos sobre la asunción de responsabilidades, aun existiendo alternativas en su entorno.
La dirección de actores es magnífica, especialmente en lo que se refiere a la joven Stephanie James en un papel protagonista muy desagradable. Cualidad que podría extenderse al conjunto de la película, que como otras muestras de cine social, comprometido, o como se le quiera llamar, más allá de acertar a la hora de provocar en el espectador predispuesto sensaciones de culpa y asfixia, dudamos sirva para cambiar nada; sobre todo considerando que está subvencionado por las administraciones encargadas de velar precisamente porque las condiciones de vida de los ciudadanos no se parezcan a las que refleja con delectación Asante.