Secuela muy superior al film previo de To sobre la mafia de Hong Kong
Con motivo del estreno en España de Election, lamentábamos que aquella primera entrega de lo que presumiblemente acabe siendo una trilogía sobre la mafia de Hong Kong pecase de precipitada e impersonal debido a los temas diversos que pretendía abarcar.
Pues bien, Election 2 elude ese problema al integrar las inquietudes sociohistóricas de su director, Johnnie To, en un corpus dramático más coherente y atractivo, subrayado por una realización que modera su ritmo y por una tenebrosa fotografía que de por sí ya es una crítica a ese universo estanco de criminales obsesionados con el mando.
Han pasado dos años desde que Lok (Simon Yam) eliminase a su rival más directo, Big D, convirtiéndose así en el único candidato viable para hacerse con el Cetro del Dragón y gobernar la tríada más fuerte de Hong Kong. Lok cree que le será fácil revalidar su posición en las nuevas elecciones, pero las circunstancias obligan a Jimmy (Louis Koo), un lugarteniente que sólo buscaba ampliar legalmente en China los negocios mafiosos, a presentarse.
A To no le interesan tanto las consiguientes escaramuzas entre los sicarios de Lok y Jimmy —aunque la proporcionan un hilo argumental electrizante y la oportunidad de planificar varias escenas antológicas de tensión y violencia— como certificar la imposibilidad de controlar nuestro destino, en especial cuando nos hemos acostumbrado a vivir sobre el filo de una cuchilla de afeitar. Los aspirantes al Cetro del Dragón, ese símbolo que no por casualidad los padrinos suelen poner a buen recaudo entre ataúdes y urnas funerarias, no resultarán a la postre sino víctimas de un poder incontrolable que supondrá para Lok el rechazo de su propio hijo y para Jimmy una terrible maldición familiar.
Son estas graves cuestiones humanas, plasmadas por To con mano (casi siempre) firme y a veces irónica, las que permiten a Election 2 ganar muchos enteros respecto a su predecesora y ligarla a títulos como El Padrino II, Uno de los Nuestros o El Buen Pastor, todos ellos excelentes más que por su recreación detallista de estamentos alegales, por su atención al efecto de estos en las existencias de quienes los integran.
Hay en Election 2, de cualquier manera, otros puntos de interés, referidos a la constatación de que no existe línea divisoria entre las prácticas mafiosas y las capitalistas, al corromper ambas los valores éticos que pudieran regir en una colectividad; o al brutal retrato del desarrollo económico chino. Valores añadidos a la que termina por constituirse como una de las mejores películas de gangsters vistas en los últimos años, muy lejos de los artificios vacuos a que nos han acostumbrado Tarantino y sus imitadores.