Siguiendo la tradición de Juan Palomo, Jon Favreau guioniza, dirige e interpreta Chef, una película donde el realizador echa mano de caras conocidas –Sofía Vergara, John Leguizamo, Dustin Hoffman– y de amiguetes con quienes ya ha coincidido en la saga de Iron Man –Robert Downey Jr., Scarlett Johansson– para dar entidad a la historia de un chef norteamericano de prestigio que, descontento por el anquilosamiento creativo al que le aboca el dueño del local donde trabaja, decide comenzar de cero poniendo en marcha un puesto de comida ambulante.
El argumento, que hemos resumido en una sola frase, no da más de sí. De hecho, el cartel de la película es un spoiler en toda regla de qué le depara al protagonista en la conclusión de la historia. Las casi dos horas que dura el film son un mero relleno para ver cómo el chef pasa de un estado aparentemente satisfactorio a otro en el que se hallará más realizado como profesional, por mucho que nos cueste entender qué tipo de razonamientos mentales sigue para ello (¿realmente estaba tan mal en el restaurante inicial?).
Excesivamente alargada, no especialmente graciosa y con demasiado énfasis –algo irreal– en la importancia de las redes sociales en determinados ámbitos de la vida, la cinta tiene en su falta de ambición su mayor pega, pero al fin y al cabo también su mejor virtud: los minutos transcurren sin estridencias, entre retazos musicales, segmentos de road movie, pequeñas escenas cotidianas y agradables relaciones de camaradería. Además, la sencilla placidez con que se va desarrollando todo viene acompañada de los abundantes minutos que permanecemos metidos en distintas cocinas, viendo cómo se cocinan suculentos platos que –es inevitable– harán salivar a la práctica totalidad de los espectadores. Avisados están: vayan bien comidos al cine o lo pasarán realmente mal.
De lo poco sorprendente en este film, nos encontramos con una vertiente mucho más íntima y personal de su máximo responsable. En su séptima obra para el cine Favreau se aleja de los superhéroes y la ciencia ficción (Cowboys & Aliens le precedía) para hablar de cocina de vanguardia enfrentada a la tradicional, de valores familiares y de buscar cada uno el camino que más le satisfaga. La sensación final es de cierto despago, a la vista de los resultados plasmados finalmente en la pantalla, pero al menos las intenciones han dado forma a un producto distinto a tantos estrenos clónicos que nos asaltan semana a semana desde la gran pantalla.