Empeñado en mantenerse presente en la cartelera con pasmosa regularidad, ya sea gracias a sus múltiples producciones o merced a sus propios retoños fílmicos, Luc Besson vuelve a la pantalla grande. En esta ocasión echa mano, para construir su nueva obra, de la teoría científica que habla de que los humanos meramente usamos el 10% de nuestra capacidad cerebral. Mucho se ha hablado estos días de dicho argumento –y de su supuesta falsedad, argumentada por estudiosos del tema–, pero dejémoslo a un lado para centrarnos en la historia que ha pergeñado el galo a propósito de dicha hipótesis.
En esta ocasión la buena visión comercial de Besson le ha servido para reclutar a Scarlett Johansson con tal de acaparar la atención de la cámara, algo que obviamente atraerá a un buen número de espectadores interesados en su fotogenia, ya que estamos principalmente ante un vehículo para el lucimiento de esta fémina. La presencia de Morgan Freeman, que a priori otorgaría cierta consistencia al producto final, acaba siendo solo una intervención alimenticia por parte del veterano intérprete.
Sin demasiado humor –esto no es El quinto elemento, ni la más reciente Malavita–, la trama acompaña a una joven que debido a la absorción de una nueva droga comienza a ampliar el uso de su capacidad cerebral, buscando la ayuda de un experto en la materia a la vez que trata de resolver un conflicto con unos traficantes orientales. Por el camino hallamos los efectismos propios del realizador francés, que en esta ocasión no huye de los absurdos y nos ofrece una historia confusa y poco coherente donde cabe la violencia gratuita, la acción bordeando lo superheroico –es inevitable que nos venga a la cabeza el personaje de Viuda Negra de Los Vengadores–, las persecuciones en coche atolondradas y una serie de estridencias new age que casi terminan por homenajear (es un decir) a la resolución de 2001, una odisea del espacio.
Si ya le cuesta entrar en materia, con unas metáforas visuales básicas acerca del cazador y la presa (así como con unas imágenes de archivo irrisorias acompañando a la charla que da el personaje de Morgan Freeman), la cinta se mantiene a un nivel apenas rutinario hasta una conclusión donde, por encima de teorías espaciotemporales y genéticas varias, predominan los tiros para contentar a la parroquia que busque precisamente eso y nada más. Al menos, qué remedio, hay que agradecer su brevedad.