Se presenta entre nosotros la que ha sido hasta la fecha la película más taquillera de la historia del cine mexicano -¿más que todas las de Cantiflas juntas?; su estreno provocó un sonoro escándalo al tratar temas supuestamente tabús como la ruptura del celibato entre los religiosos y las relaciones entre Iglesia y poder político.
Uno escándalo desorbitado ya que lo que expone “El crimen del Padre” es sólo capaz de ofender a los cristianos de la caverna, aquellos que de vez en cuando van al Vaticano en procesión a crear santos.
Con un guión basado en la novela homónima de 1870 del escritor luso Queiroz, el realizador Carlos Carrera ha traslado la historia al México actual, en tres religiosos de una misma comunidad: el Padre Amaro que mantiene una tórrida relación con una adolescente, el padre Benito –interpretado por Sancho Gracia- que recibe ayuda del Narco para poder hacer sus obras benéficas y el padre Natalio, colaborador activo de la guerrilla.
La película está más que correctamente realizada, con pulso. Los actores cumplen su cometido –Gael García Bernal es “ya” una estrella en toda regla del cielo cinematográfico del cono sur y periferias-; otra cosa es que nos la intenten vender como algo que no es, un “escándalo”, una película que “sin quererlo provoca”. A mí, por lo menos, lo que intenta denunciar –estos crímenes de la iglesia- me resultan tan poco sorprendentes como la tabla del 2.