En los últimos meses parece haberse instaurado como nuevo género cinematográfico el de los thrillers distópicos protagonizados por adolescentes y basados en sagas literarias. Tras la rutilante estela de Los juegos del hambre han surgido adaptaciones como Divergente o Vampire academy, y ahora es el turno de El corredor del laberinto, donde el propio James Dashner ha colaborado en la confección del libreto basado en su relato.
Como sucediera con Oblivion, la película que aquí nos ocupa mete en la coctelera un batiburrillo de influencias más o menos obvias que demuestra poca originalidad en su concepción, y que en todo momento produce una molesta sensación de déjà vu. Los misterios de la televisiva Perdidos –incertidumbre constante, enigmas de manual– se entrelazan con adolescentes estereotipados de ficciones como la de la teleserie Los 100, y también nos llegan ecos más que razonables de films como Cube, la propia Los juegos del hambre o novelas como El señor de las moscas (William Golding).
Durante el arranque de la película, cuando aún están frescos los secretos detrás del misterioso lugar donde el protagonista se encuentra exiliado de repente, hay algo que anima a seguir visionando la cinta. Sin embargo, no tardamos en tener que lidiar con las personalidades del resto de jóvenes que pueblan el bosque donde tiene lugar la acción, algo que se torna escarpado escollo: estas conversaciones las hemos visto ya demasiadas veces, y las podemos completar de memoria. Las idas y venidas, los giros en las relaciones internas del grupo, las charlas sin profundidad entre sus integrantes... cuesta horrores encontrar genuino interés en lo que nos están contado, y según pasan los minutos una sensación plomiza se apodera del espectador.
Pese al buen diseño en general –el laberinto, los efectos especiales– y a que consigue esquivar caer al cien por cien en los clichés esperables en este tipo de producciones, en la balanza pesan más los momentos en que se dan vueltas y más vueltas a ciertas situaciones, de modo cansino, o la sensación de que estamos ante lo que es un mero prólogo excesivamente alargado para una saga de la que probablemente tengamos nuevas entregas en el futuro.