A la velocidad que se suceden los estrenos de animación en nuestras carteleras corremos, cada día más, el riesgo de no apreciar como sería necesario la cantidad de trabajo invertido en prácticamente todos ellos, pero si cabe todavía en mayor medida en el caso del título que aquí nos ocupa, Los Boxtrolls, tercera cinta del estudio Laika, elaborada combinando el stop motion y el 3D. Basta con permanecer en la sala de proyección hasta el final de los primeros títulos de crédito para darse cuenta, merced a una entrañable escena de regalo que recomendamos no perderse, de lo costoso de un proceso de estas características.
Tras Los mundos de Coraline y El alucinante mundo de Norman llega el turno de una historia basada en la novela inaugural de una trilogía firmada por Alan Snow, y que podría encontrar su continuación cinematográfica en el futuro, dependiendo de la rentabilidad de la presente cinta, claro está. Con ecos a Tim Burton, Edward Gorey y Charles Dickens, la película nos sitúa en la época postvictoriana y en una ciudad que trata de acabar con los seres que dan título a la obra, aunque puede que en el proceso los atemorizados ciudadanos descubran que esos extraños seres no son tan malos como parecen (de nuevo un tema recurrente en el cine animado).
Como apuntábamos, la animación es sencillamente intachable. Estamos ante una virguería visual de hora y media que no deja de sorprendernos cada vez que somos conscientes de la cantidad de tiempo invertido para sacar adelante un proyecto así, donde la vertiente artesanal predomina sobre los artificios informáticos de otro tipo de producciones. Tanto el diseño de personajes como de escenarios brillan con luz propia, y es agradable sumergirse en un mundo donde las cosas se mueven con dinamismo pero sin atropellamiento, al contrario de lo que sucedía en La Lego película.
Sin embargo, ni el deslumbramiento que provoca su costosa elaboración puede evitar que pasemos por alto los defectos de un guión que no es excesivamente atractivo, y que apenas funciona a ratos. Es cierto que encontramos retazos de sátira política y de lucha de clases, así como apuntes acerca de no discriminar a quien es distinto, pero en general todo se nos antoja demasiado sencillo, inane e intrascendente, de tal modo que incluso nos irrita en cierta forma ver cómo se quiere aprovechar el tirón de los Minions de Gru, mi villano favorito para otorgar de mayor carisma a los trolls que encontramos aquí. El libreto no se plantea retos más allá de simplemente entretener a un público familiar mayoritario, pero nos tememos que será fácilmente olvidable dentro de apenas unos meses.