Justo cuando pensábamos que en Hollywood eran incapaces de facturar una comedia romántica en condiciones llega el debutante Michael Ian Black, guionista y director curtido en el campo televisivo, y nos entrega ¡Cásate conmigo!, excelente catálogo de cómo hay que hacer las cosas para que el espectador no muera de vergüenza ajena cada vez que se enfrenta a un producto de estas características.
Anderson, el protagonista masculino de esta cinta, se halla en una terrible depresión tras provocar la muerte de su novia –debido a la impresión que le causa a la pobre cuando se le declara en los primeros minutos de la historia–, y un año después de aquello acepta la sugerencia de un amigo para arriesgarse más en el terreno amoroso y olvidarse de su desaparecida compañera. Así, le propondrá matrimonio a una camarera a la que acaba de conocer, iniciándose una relación bizarra cuando ella, sorprendentemente, acepte (se nos explican sus razones en un flashback).
Un espectador medio pasará la primera media hora de ¡Cásate conmigo! esperando que todo empiece a torcerse en algún momento y el guión vaya degenerando hasta llegar al desastre absoluto, pero la experiencia cómica del realizador arriba mencionado sirve de aval para crear una historia donde predomina el absurdo bien entendido. El argumento no busca complicarse la vida con enredos innecesarios, sino que se apoya en unos secundarios muy trabajados –cada nuevo personaje que aparece resulta más chocante y divertido que el anterior– para entretener a base de crear situaciones cómicas rematadas por frases ingeniosas o un gag eficazmente construido.
Así pues, se huye de los tópicos para acabar en el mismo terreno que otras agradables anomalías cinematográficas como en su día fueron Algo en común (Zach Braff, 2004) o Cuando Brendan conoció a Trudy (Kieron J. Walsh, 2000), es decir, películas que tras un arranque convencional basan toda su fuerza en la potencia de su humor y en lo imprevisible de sus situaciones, olvidándose de histrionismos (Jason Biggs está magnífico, por citar sólo a uno de los actores) y ofreciendo al público un entretenimiento imaginativo y nada cursi.
Como detalle extra a tener en cuenta, algunas de las canciones que van sonando durante la película las firman artistas tan recomendables como Belle and Sebastian, Nice Man o Mika, por ejemplo, desmarcándose del tipo de temas de los que siempre se echa mano en las comedias románticas. Dicho todo esto, sólo cabe recomendar esta película para pasar un rato más que agradable y reírse a gusto.