Dreamworks continúa alimentando sus franquicias más rentables, tocándoles el turno en esta ocasión a los pingüinos que consiguieron la celebridad –y una serie de televisión propia– gracias a Madagascar y sus secuelas. Precisamente continuando a partir de donde los dejamos en la tercera parte de la misma, esta vez las cuatro aves marinas con modus operandi de tropas de élite se embarcan en una misión contra un malvado pulpo que proviene de su pasado.
Como ya sucediera en Madagascar 3, queda bastante patente que cuanto más pone esta factoría de animación el acento en la vertiente de acción de las cintas, los resultados suelen ser más satisfactorios. En ese sentido, los pingüinos resultan ser los vehículos ideales para que asistamos a un frenético festival de persecuciones y dinamismo hecho píxeles. Con un diseño y un despliegue visual más que eficaces, una buena dosis de diálogos chispeantes y algún que otro chiste para enmarcar, la historia se va desplegando ante nuestros ojos sin que le podamos poner demasiadas pegas.
Entre los reparos cabe señalar, por supuesto, que estos personajes fueron diseñados para ser secundarios de lujo y no protagonistas de su propio largometraje, aunque a la vista de los resultados aquí visto habría que poner eso en tela de juicio. También podemos achacar falta de profundidad o de originalidad a la propuesta –de hecho, buena parte de la trama, sobre todo hacia el tramo final, nos recuerda poderosamente a Gru 2–, pero lo cierto es que estamos ante un producto meramente lúdico que no pretende engañar a nadie, y que bajo su tremendo derroche de energía apenas esconde el deseo de entretener y de recaudar sus buenos beneficios, claro está.
Aunque quizá hora y media se antoje algo excesiva para estos cuatro pingüinos –respaldados, eso sí, por unos nuevos personajes que cuentan en las voces originales con Benedict Cumberbatch y Ken Jeong, así como John Malkovitch haciendo de sobreactuado villano–, y termina por aparecer cierta sensación de agotamiento ante tanta travesura alocada, es verdad que a día de hoy cuesta encontrar en la cartelera estrenos animados tan delirantes y que ofrezcan tan pocos momentos de reflexión, un detalle que según de qué título estemos hablando sirve más como losa que como tregua al espectador.