La historia del cine está repleta de películas que han tratado el tema de la mirada y el voyeurismo. ¿Por qué miramos? ¿por qué disfrutar espiando "la vida de los otros", tomando el título del recientemente oscarizado film alemán? La llamada escoptofilia se refiere a la necesidad del ser humano de observar a los otros sin ser descubierto, de disfrutar de ese "acoso" visual sin que los otros sospechen que están siendo observados y examinados por el mirón en cuestión. Films como Blow Up (1966) del recientemente fallecido Michelangelo Antonioni, El fotógrafo del pánico (1960) de Michael Powell o Monsieur Hire (1989) de Patrice Leconte, han sabido retratar el tema con mostrándonos a unos sujetos completamente obsesionados y perturbados por el hecho de mirar y espiar.
Además, el mismo hecho de ver una película desvela que la propia esencia del espectador cinematográfico es la de ser un mirón, la de observar unas acciones desarrolladas por unos personajes que son nuestro punto de atención, nuestro foco de curiosidad; algo que terminó asumiéndose por el espectador televisivo hasta llegar al límite con los reality shows.
Pero si alguien ha sabido presentar como nadie el tema del voyeurismo, ese ha sido Alfred Hitchcock, auténtico conocedor de toda la maquinaría psicoanalítica. Hitchcock nos legó la sublime La ventana indiscreta (1954), donde un invalido L. B. Jeffries (James Stewart) se pasaba el día en casa observando desde su silla de ruedas cada ventana, cada marco, cada escena de vida cotidiana de sus vecinos de enfrente. Por medio de unos prismáticos que le acercaban el quehacer de sus vecinos, Jeffries era capaz de desvelar e interpretar cada pequeño y minúsculo detalle de sus rutinarias e insulsas vidas, llegado a obsesionarse totalmente con este tipo de acoso cristalino.
Si decimos todo esto es porque Disturbia, el film que aquí nos ocupa, no es sino una especie de homenaje, revisitación o remake-teenager de la obra maestra de Hitchcock y una nueva incursión al universo delvoyeurismo. Dirigido por D.J Caruso, y con el aliciente la presencia de Shia LaBeouf (Transformers, Memorias de Queens, y al que pronto veremos en la cuarta entrega de Indiana Jones) como protagonista e interpretando a Kale Brecht (LaBeouf), este es un joven condenado a tres meses de arresto domiciliario por golpear a su profesor. Su madre (Carrie-Anne Moss) decide endurecerle el castigo secuestrándole toda su parafernalia tecnológica sin la cual le resulta difícil vivir.
Entre aburrido y desquiciado, Kale encuentra un nuevo tipo de diversión: observar desde su ventana lo que ocurre en el exterior. Así, empieza a diseccionar cada una de las vidas de sus vecinos, sustituyendo el marco tecnológico (pantalla del ordenador) por otro artesanal (la ventana), y ayudándose de unos prismáticos para aumentar el alcance de su mirada. Gracias a ellos descubre a Ashley (Sarah Roemer), una joven belleza que provocará las subidas de temperatura de Kale y su amigo de espionaje, Ronnie (Aaron Yoo). Pronto Ashley termina uniéndose a su juego, a esa especie de "reality show sin tele", como dice Ronnie. Y juntos empiezan a sospechar la posibilidad de que el Sr. Turner (David Morse) sea un asesino: las mujeres entran en su apartamento pero no salen.
Este es, a grandes rasgos, el argumento de Disturbia, cuyo desenlace final, algo prematuro, se hace excesivamente largo y poco inquietante. Sin embargo se trata de un film que se deja ver aún conservando todos los clichés del thriller americano por y para adolescentes. En parte debido a la actuación de LaBeouf, quien lleva el solito todo el peso del metraje y logra transmitirnos buena parte de la tensión del film.