La máquina de producir cintas de terror prosigue imparable su marcha, y en esta temporada –de relativa calma de sustos en la cartelera– trata de deleitarnos con la historia de unos jóvenes que invocan a una amiga suya que acaba de morir, supuestamente suicidándose. Sin embargo, pronto irán descubriendo que realmente el fallecimiento se ha debido a la presencia de un espíritu malvado en la casa donde habitaba.
Basada en el juego de tablero de Hasbro, el debut en la dirección de Stiles White no ofrece alicientes dignos para el espectador, salvo que estos sean adolescentes sin criterio deseosos de pasar un rato en el cine junto a sus colegas. En ningún momento tenemos la impresión de que se nos esté ofreciendo algo nuevo, y cuesta hacer la vista gorda con los lugares comunes y los personajes estereotipados vistos en cientos de filmes similares.
Pese a un inicio curioso, la cinta se empantana pronto en un libreto nada original, repleto de aburridos momentos de relleno –y aun así no se llega a los 90 minutos– que culminan en el típico susto fácil de manual, todo ello mientras somos testigos de los giros de guión esperables es este tipo de producciones. Ni siquiera son capaces de ir haciendo desaparecer a los protagonistas en un orden que sorprenda, apuntándose a la estela de Scream, Sé lo que hicisteis el último verano, Destino final y tantas otras sagas que dejan poco resquicio para el desafío mental al espectador.
En definitiva, estamos ante una historia previsible y sobada que queda muy lejos de resultados obtenidos en su día por los realizadores en los que a buen seguro pretende inspirarse –Wes Craven o Sam Raimi serían los referentes más obvios–, y que no asume ningún riesgo en absoluto de cara a atraer a la juventud a las salas de cine. No vale la pena en absoluto.