Jason Reitman comienza a perder el crédito que acumuló con sus primeras películas. Tras la demoledora Gracias por fumar, el cineasta alcanzó la que quizá vaya a suponer la cima de su carrera con el brillante dúo de cintas posteriores. No en vano, para la promoción de Hombres, mujeres y niños se alude precisamente a ambas, Juno y Up in the air, aunque hayan transcurrido siete y cinco años respectivamente desde que ambas pasaran por las salas de cine, y a pesar de que Reitman haya estrenado dos películas con posterioridad, Young adult y Una vida en tres días, que por diversos motivos no han terminado de funcionar a nivel de resultados artísticos.
Quienes quisieran pensar que el director estaba atravesando un mero bache circunstancial encontrarán en la película que aquí nos ocupa una pesada losa, ya que pocas razones encontramos para seguir creyendo en su capacidad para entregar productos que nos convenzan razonablemente. Con la excusa de analizar el efecto de internet sobre un grupo de estudiantes y sus familias, Reitman emprende un bienintencionado trayecto que peca de ambicioso –pretende abarcar mucho sin apenas apretar donde realmente importa–, aséptico –cuesta identificarse con los padecimientos de los protagonistas– y tremendamente moralista, con un discurso de fondo de lo más rancio y alarmista cuando analiza esa relación de las redes sociales con nuestra cotidianeidad.
Poco hallamos aquí de las estimulantes ocurrencias o de los diálogos perspicaces e ingeniosos que caracterizaron obras anteriores del cineasta. Aunque todavía muestra dotes sobradas para dirigir a sus actores –ninguna queja en ese aspecto–, este retrato melancólico del impacto de la tecnología en nuestras vidas sabe a poco, no termina de concretar sus propuestas y a la postre es tan confuso como el propio batiburrillo de contenidos que circulan por la red de redes.
Es una lástima que un creador a priori tan interesante haya desperdiciado la oportunidad de indagar de forma efectiva en este terreno, siempre cambiante y repleto de interrogantes, y sin embargo haya optado por ofrecernos un trabajo torpe, maniqueo y cursi por momentos. Esta vez la desorientación de la que suelen hacer gala los personajes de Reitman se contagia al espectador, y las reflexiones que se nos plantea no pasan de la mera perogrullada. Seguiremos esperando una remontada en la carrera del norteamericano, aunque nos tememos lo peor.