Si de la larga y agotadora lista de películas que se meten en las entrañas de mafias, con crímenes oscuros, infiltrados obligados a delinquir por supervivencia y personajes que se acercan por caprichos del azar a un mundo que era mejor no conocer Promesas del Este logra destacar, es por la mano que guía su cámara y que se muestra hábil en cada pequeño tramo de metraje.
Cronenberg es frío y crudo, tanto como minucioso y experimentado. Sabe golpear al principio de la cinta y mostrar con soberana naturalidad cada plano por violento o desagradable que pueda ser, y lo hace evitando un ánimo morboso de recrearse, con la única intención de contribuir a la credibilidad de la historia. Si ha de meterse en la mafia rusa, es riguroso en los detalles para crear atmósfera, transforma a sus actores para que no quede margen de duda de sus orígenes y lleva así al Viggo Mortensen que una vez fue un actor plano y funcional secundario de Hollywood a un nivel de credibilidad y caracterización del que sólo gozan unos escasos nombres.
De la aparente simpleza de la historia, una adolescente víctima de los engaños de prosperidad que acaba en un infierno de prostitución que le cuesta la vida, saca diversos focos de atención gracias al guión de Steve Knight (Negocios Ocultos) y los mantiene con pericia por su elocuente tono de veracidad. Alejado de la estética de diseño y del refinamiento pulcro del cine comercial, se hace con un equilibrio en que la minuciosidad del diseño de producción, a cargo de una de sus habituales (Carol Spier) recoge tanto la opulencia de la tapadera rusa como el frío cortante de las calles de Londres (ayudada para ello de otro fijo, el técnico de fotografía Peter Suschitzky mano derecha de Cronenberg).
Es así como cada una de sus escenas permite pensar en que ese lugar y esos personajes actuarían de la misma forma en el mundo exterior, algo que alcanza el clímax cuando Mortensen lucha a golpes a vida o muerte en una de las peleas más tangibles que se recuerdan en tiempo, desnudo en una total entrega y donde cada agresión se palpa tanto como su dolor y lo azaroso de su supervivencia.
No apta para todos los públicos ni estómagos, Promesas del Este es un nuevo tanto de Cronenberg y una nueva demostración del potencial del cineasta-autor a la hora de llevar una historia cuando se ha hecho con un sello propio defendido tenazmante con los años. Algo de aliento, por más que entrecortado por su violencia, en una cartelera habitualmente dada al mimetismo y a la claustrofóbica recurrencia.