El cine y el deporte siempre han sido dos términos distantes, casi me atrevería decir que antagónicos. No hay que ser un hacha para darse cuenta de que en los vestuarios de un gimnasio no abundan las conversaciones cinéfilas, de la misma forma que una filmoteca no suele caracterizarse por su afluencia de cuerpos musculados. Afortunadamente, esta dicotomía se rompe al entrar en el terreno de la ficción: nada nos impide disfrutar de las virtudes de películas como “Un domingo cualquiera” o “Rocky”, e incluso de vibrar con los hallazgos, siempre amplificados por la propia mitología personal que tantas veces hace cosquillas al razonamiento, de “Los amos de Dogtown” o “En el filo de las olas”. Es decir, que mi asociación en la vida real del deporte al aburrimiento y al cansancio me permite, de todas formas, reconocer que éste, casi en cada una de sus variantes, posee una mecánica, un imaginario e incluso una ética que funciona a las mil maravillas en el terreno cinematográfico.
Características, las arriba comentadas, ideales tanto para cimentar una película “seria”, con su planteamiento, su nudo, su clímax y su mensaje de superación personal, tan afín a las odiseas deportivas en el cine, como para ser tomadas a chirigota. Éste es el caso de las sport-comedies (¿por qué estos géneros siempre quedan mejor en inglés que traducidos?) y el tema central de este artículo: el reglamento y la supuesta magia de un deporte concreto sirve de excusa para el repertorio de chistes y situaciones grotescas… es decir, la auténtica revancha de los novatos, aquellos a los que siempre quedaban los últimos cuando los capitanes tenían que escoger equipos en la clase de gimnasia y que ahora se han convertido en respetables guionistas, frente a la cohorte de cuerpos Danone que se quedaban con las chicas… ¿puede imaginarse algo más seductor? La reciente “Patinazo a la gloria” y las próximas “Balls of fury” (sobre ping-pong) y “Semi-pro” (sobre baloncesto) nos confirman que dentro de poco no quedará un deporte sin ajusticiar mediante la risa… y nosotros que lo disfrutemos desde la tranquilidad del sofá, lejos de esa gente que corre y salta tanto.
Hockey sobre hielo:
El castañazo
(Slap shot, 1977)
Nivel del equipo: 7
Resistencia a los golpes (y al tiempo): 8
Mítica y frenética oda al mamporro, violenta y divertida a partes iguales, que haría un fantástico programa doble con “Rompehuesos” de Robert Aldrich, si nos propusiéramos capturar el espíritu, la contundencia, el cinismo y la amargura de los salvajes setenta. Paul Newman hace una memorable composición sobre un héroe deportivo caído en desgracia, metido a entrenador, que está dispuesto a que su pequeño equipucho se alce con la victoria al precio que sea. Uno de esos títulos en principio menores que crecen con los años y a los que el tiempo otorga una justificada aureola dorada, en parte porque en este momento sería imposible plantearlos como lo fueron en su momento.
Anecdotario: La guionista Nancy Down originariamente planteó la película como un documental, pero el director George Roy Hill la convenció de que funcionaría mejor como comedia viril.
Béisbol:
Los picarones
Bad new bears, 1976)
Nivel del equipo: 6
Resistencia a los golpes (y al tiempo): 6
Ese deporte que nunca llegamos a entender del todo en España (aunque yo de pequeño habría matado por tener un bate y un guante de esos) tuvo un atinado reflejo, aunque dirigido a un público infantil-juvenil, en esta entretenida película, cuyo esquema central ha sido copiado en un centenar de ocasiones, y que contaba con un brillante reparto encabezado por Walter Matthau y la niña prodigio Tatum O´Neal. Hace algunos años Richard Linklater hizo un remake, aquí titulado “Una pandilla de pelotas”, que pasó sin pena ni gloria. Ritichie, el director, tiene en su haber alguna comedia deportiva más, como es el caso de la encantadora “Wildcats”, en la que Goldie Hawn se pone al frente de un equipo de fútbol americano.
Anecdotario: El guión original es de Bill Lancaster, hijo de Burt, y el personaje principal está basado en su propio padre.
Golf:
El club de los chalados
(Caddyshack, 1980)
Nivel del equipo: 7
Resistencia a golpes (y al tiempo): 7
¿Hay algo más poco cinematográfico que el golf? Esto no pareció ser un problema para Harold Ramis, Chevy Chase, Bill Murray y su trouppe, que, ni cortos ni perezosos, desempolvaron palos y pelotas, tomaron el green y se hicieron con otro pequeño clásico de los ochenta, de esos que en aquella época eran saludados como lo peor de lo peor y hoy son de culto y casi invitan a la reverencia. Buenos gags, algunos de ellos bastante rescatables, y un tono general que tampoco queda tan lejos de la sofisticación humorada de la que Ramis haría gala más adelante. Seguida de una secuela tardía no tan conseguida.
Anecdotario: Según un reciente episodio de la serie “Padre de familia” esta película es la única que el orondo Peter Griffin tiene en su estantería.