La necesidad de evacuar los demonios de la Guerra Civil y del franquismo ha condicionado buena parte de la producción española desde la Transición a nuestros días. Desde los interesantes e imprescindibles acercamientos del salmantino Basilio Martín Patino (Canciones para después de una guerra, Queridísimos verdugos, Caudillo), a títulos tan emblemáticos como ¡Ay, Carmela! (Carlos Saura, 1990), Tierra y Libertad (Ken Loach, 1995), Libertarias (Vicente Aranda, 1996), o las más recientes Soldados de Salamina (David Trueba, 2003) o El laberinto del fauno (Guillermo del Toro, 2006), el tema de la guerra, sus causas y consecuencias, constituye un telón de fondo que sigue obsesionando a los españoles, que seguimos sin poder deshacernos totalmente de los demonios del conflicto.
Las 13 rosas, dirigida por Emilio Martínez Lázaro, se inscribe en esta línea revisionista de esta etapa de nuestra historia que aspira a sacar a la luz los muchos aspectos desconocidos, injusticias calladas o sombras ocultas que siguen pululando por aquellos años. En palabras de Marc Ferro, un conocido especialista en el tratamiento de la Historia en el cine, “la cámara revela el secreto, muestra el anverso de una sociedad, sus lapsos”. El secreto que aquí se nos revela es uno de esos episodios trágicos y desconocidos: el encarcelamiento y posterior fusilamiento de 13 chicas, muchas de ellas menores de edad, por el simple hecho de ser contrarias al régimen franquista. Pero lo que la película trata de demostrar es sobre todo la injusticia de tal acto, pues las chicas son acusadas sin pruebas, por un delito que no han cometido, viéndose sometidas a todo tipo de vejaciones y humillaciones por parte de los partidarios del régimen, hasta el trágico desenlace final. Aún así, las 13 rosas mantendrán hasta la última hora una postura de compromiso y de conciencia del “no hemos hecho nada malo” que exalta hasta el lirismo la capacidad de unión y alianza que las generaciones más jóvenes pueden tener en los periodos de crisis.
Lo más destacable es sin duda su carácter de narración coral, muy cercana (en tratamiento, no en tema) al cine de Woody Allen o Robert Altman, donde las historias personales de las 13 jóvenes, sus ilusiones, sus amores, sus deseos, se entrecruzan entre sí de una forma hábil, lo que nos permite ir apreciando cada unas de las interpretaciones del elenco de actrices de la nueva generación del cine español que aquí se dan cita: Marta Etura (sin duda la mejor), Pilar López de Ayala (bastante correcta), Verónica Sánchez (todavía con la sombra de Los Serrano muy cercana, y más si añadimos la presencia de Fran Perea en algunos momentos del film), Nadia de Santiago, Blanca Brisac o Julia Conesa, entre otras. Quizás habría que poner una pega a la parte final de la cinta, que, aún siendo el segmento más importante, el momento de las despedidas de los seres queridos desde el interior de la cárcel, se hace demasiado lento, queriendo exaltar el dramatismo de la situación alargándolo excesivamente.
Pero lo cierto es que estamos ante una producción muy correcta, con un trabajo de vestuario y decoración potentes y, sobre todo, que nos hace todavía más conscientes de que estamos ante uno de los nombres propios del nuevo cine español: la actriz Marta Etura.