El género bélico lleva años agazapado, saliendo en tromba puntualmente desde las trincheras donde se halla para ofrecernos títulos que realmente calen en el espectador–Salvar al soldado Ryan, Malditos bastardos–, aunque en líneas generales no consigue sacudirse el letargo que padece. En esta ocasión es David Ayer –de quien siempre nos recuerdan que escribió el libreto de Training day, pese a que este sea ya su quinto trabajo como director– el encargado de tratar de reverdecer los laureles de un género que conoció días de gloria en el pasado.
Ayer ha escogido para Corazones de acero una opción no demasiado convencional. Durante las dos horas largas de proyección seguimos a los cinco soldados americanos que desde su tanque tratan de contribuir a la derrota del ejército nazi en las postrimerías de la Segunda Guerra Mundial. Si por algo destaca la cinta desde su mismo arranque es por la pretensión que tiene de retratar los horrores de la guerra con aspereza. A ello contribuyen elecciones estilísticas como el tipo de fotografía e iluminación utilizadas, que se unen a un ambiente de deshumanización de una crudeza y sequedad ciertamente no habitual en el glamuroso panorama hollywoodiense.
El grupo de actores protagonistas –con Brad Pitt de estrella principal, qué duda cabe– rinden a un nivel excelente, sorprendiendo un Shia LaBeouf que ha dado varios pasos adelante en este proyecto. Sus personajes, pese a no ser estereotipos puros y duros, sí que ofrecen rasgos suficientes para que el espectador sepa de qué pie cojea cada uno. Sin embargo, hay que achacarle al guión que no sabe crear el apego necesario para que realmente suframos sus pérdidas y su desolación.
Si bien el pulso de Ayer con la cámara sigue siendo envidiable, y nos introduce con habilidad en las escaramuzas que tienen lugar en el filme, lo cierto es que a su guión le falta algo más de personalidad, tal vez un destino final al que dirigirse más allá de un tramo final donde la veracidad de lo que hemos presenciado con anterioridad se torna un espectáculo digno de las más pura hazañas bélicas de antaño, difícil de digerir en el fondo aunque epatante de cara al espectador.
Así pues, nos encontramos ante una sólida cinta bélica llena de momentos de acción pero también de imágenes evocadoras, y que nos sumerge de lleno en las entrañas de la contienda sin escatimar en barro, sangre y metralla. Una pena que el efectismo al que renuncia durante buena parte de su metraje acabe finalmente tomando posesión de la pantalla, y que la heroicidad sepulte a la melancolía que acertadamente destilaba hasta entonces.