Hace veinte años el Festival de Cine de Berlín puso en las pantallas europeas a un cineasta perteneciente a la llamada 5ª generación de la Escuela de Cine de Beijing, Zhang Yimou, que deslumbró con su película Sorgo Rojo y las posteriores Semilla de Crisantemo y La Linterna Roja. Desde entonces, el cine chino ha ido desvelando a otros directores de esa misma nacionalidad (Chen Kaige, Shun Zou, Jinglei Shu) a la vez que la industria occidental fagocitaba a los más aventajados, sin ir más lejos al propio Zimou (La Casa de las Dagas Voladoras, La Maldición de la Flor Dorada). Aquella generación, caracterizada por narraciones minuciosas y preciosistas, se encargó de señalar los problemas sociales que ha sufrido el pueblo chino, en especial las mujeres, desde las formas de vida medievales de las dinastías imperiales a los no menos duros años de la revolución comunista.
Este año Berlín ha vuelto a señalar a una película china, La boda de Tuya (Quanang Wan, 2006) con el máximo galardón, quizá queriendo refutar aquel acierto de años atrás. En esta tercera película del tándem formado por actriz y director, de nuevo una mujer tiene que enfrentarse a todos los problemas que le circundan, no sólo los de índole familiar sino también a los de un mundo empecinadamente hostil, como es el de la Mongolia ganadera, rural y desértica, en un estilo de superwoman que le haría carreras en las medias a las protagonistas de Armas de Mujer con sólo pensarlo.
Este argumento es casi un arquetipo entre los cineastas chinos ávidos de reconocimiento occidental, donde las historias de mujeres que aprietan maxilares y salen adelante bajo cualquier circunstancia son muy bien recibidas (Qi Ju, Una Mujer China, El Camino a Casa, Ni Uno Menos). De ahí que los avatares de Tuya (Yu Nan) para encontrar un marido que le ayude a trabajar incluso consintiendo la presencia de su anterior esposo paralítico al que no quiere abandonar en la pobreza, nos resulten estremecedores pero sobradamente conocidos. Ni siquiera la manera de filmarlos aporta novedad al ritmo pausado, narración detallista y excelente fotografía de casi todos los directores mandarines.
La franca belleza de Tuya atrae a muchos pretendientes pero ninguno a la altura del esfuerzo ético que les exige. En un mundo en que los hombres gastan toda su energía en tareas vacuas, vanidades y defensas de honor que no llevan a ninguna parte, Tuya se ve obligada a aceptar uno de los ofrecimientos, el menos malo, sabiendo que sus penas no solo no han terminado, sino que quizá se multipliquen a partir de ese momento.
Historia bien narrada y técnicamente ajustada a las necesidades del argumento, sobre todo en la fotografía, dirección de arte y en el seguimiento de la interpretación y el rostro de Yu Nan, La boda de Tuya podría habernos sacudido algo más en la butaca sino se tratase de un plato muy bien cocinado del que ya hemos probado más de una ración.